Telecinco nos contaba a finales del pasado mes de diciembre en su página web que este 2023 es el año del Gato, según el horóscopo chino, y que representa paz y prosperidad.
Pero a Jorge Javier Vázquez, nacido en 1970, le corresponde el signo zodiacal del Perro (Pedro Sánchez, el amigo de Jorge Javier que preside el Gobierno en funciones, no es Perro, es Rata, porque nació en 1972). Al líder del PSOE acudió personalmente Jorge Javier antes del estreno de Cuentos Chinos para que bendijera el estreno con su presencia en el plató pero el jefe del Ejecutivo le dio calabazas, como ha ocurrido con una docena de personajes, incluido algún ex presidente de Comunidad Autónoma. La falta de invitados de nivel es solo uno de los problemas que ha enfrentado este formato que pretendía competir con El Hormiguero.
El horóscopo chino vaticinaba a finales del año pasado que el 2023, el año del Gato, iba a ser un periodo de altibajos para el Perro. Parece lógico que al Perro le vaya mal en el año del Gato. La astrología china dice que el año empezaría bien para los nacidos en 1970 pero que con el paso de los meses su fortuna se iba a diluir.
Al margen del amor o la salud, en lo que se refiere al trabajo, este 2023, el Perro "tendrá que enfrentar algunos desafíos", decía esa predicción. Esto puede ser o no un cuento chino pero... ¿Quién no mira de vez en cuando esas cosas?
Al año del Gato le queda hasta febrero, que es mucho si lo comparamos con lo que le queda a Jorge Javier Vázquez a bordo de Cuentos Chinos, que este miércoles marcó un 7,1% de share y se despide, supuestamente, hasta el lunes.
En la maravillosa canción de Al Stewart titulada The Year of The Cat (fue publicada en 1975, también año del Gato), el galés dice en una de sus estrofas "You've thrown away your choice you've lost your ticket", algo así como "has desperdiciado tu elección, has perdido tu billete". Volvemos pues al Perro Jorge Javier: ha perdido este tren. El regreso del badalonés a los platós, después del número que montó de la baja y demás pataletas, cuando eliminaron sus 'Sálvames' de todos los sabores y su Deluxe, fue de traca.
Pero muchos coincidimos en que La Fábrica de la Tele y su filólogo de cabecera aprovecharían la oportunidad del prime time, usando con creatividad y eficacia las demostradas virtudes de Jorge Javier durante 20 años (Aquí hay tomate se estrenó en 2003). Cuando Paolo Vasile tomó la decisión de cargarse aquel brillante y demoledor show presentado por Carmen Alcayde y Jorge Javier, el disgusto de algunos fue mayúsculo. Lástima que las querellas y las presiones políticas acabaran con él. No es tan distinto el final del Tomate del de Sálvame. Aunque hay matices. Sálvame duró casi 15 años y el Tomate cinco. Pero ninguno de los dos fue cancelado por bajas audiencias sino por decisiones empresariales de otra índole, en cualquier caso, discutibles, pero perfectamente respetables.
El caso de Cuentos Chinos es completamente distinto. El formato no existe. Cada una de las siete entregas emitidas es completamente diferente, con el único nexo del presentador, el plató y esa gata desvencijada y desagradable que desde luego no tiene su año, aunque estemos en el año del gato.
Es gigantesca la dimensión del desastre perpetrado por Jorge Javier y los productores de este engendro (que ya ha empezado a desaparecer) si recordamos que su objetivo era competir con El Hormiguero de Pablo Motos. Entramos en el otoño, y marcar seises o sietes por ciento de share en el access prime time es una debacle que rasca el bolsillo, que duele, y este dolor de muelas que padece Telecinco exige una visita inmediata al dentista para que saque esa pieza e implante otra cosa antes de que el flemón llegue a Italia, aunque sea una tira diaria de Gran Hermano VIP o Minutos Musicales o dibujos animados.
La pregunta que circula por los mentideros y pasillos de Mediaset ya no es si se van a cargar Cuentos Chinos; la pregunta es cuándo van a amputar para acabar con esa gangrena que incomoda no solo a los espectadores que tienen la desgracia de cruzarse con el espacio o a la cadena que paga y sufre con tan raquíticos datos, sino a los que presentan y protagonizan el ridículo de una agonía que nadie merece, tal y como se refleja en el rostro de Jorge Javier.
Ni su profesionalidad le libra. Incapaz de disimular ante la cámara el lamentable papelón que le ha caído, tal vez sea él quien deba tomar la decisión de irse a casa, aunque sea a la de Gran Hermano. Y luego está lo de Ana Rosa, una apuesta que está destinada a triunfar pero que ha comenzado con discretos resultados. Pero, como diría Michael Ende, ésa es otra historia que deberá ser contada en otro momento.