No se sabe si al rey Carlos III le ocultarán el primer capítulo de la quinta temporada de The Crown como a su madre, la reina Isabel II, le esconden una portada de The Sunday Times. Su equipo no quieren que vea lo que dice ese semanario en un artículo que salió publicado en 1991 y que marca el inicio de los nuevos episodios de esta aclamada ficción que se estrenan este miércoles, 9 de noviembre, en Netflix.
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Había dos asuntos especialmente polémicos en esta quinta temporada. Dos temas que escocían en Buckingham desde hace tiempo. Uno era la entrevista que Diana de Gales concedió el programa Panorama, de la BBC, en 1995, para hablar de su delicada situación personal tras su tormentoso matrimonio. El otro se refería al supuesto interés del entonces príncipe de Gales en mover la silla de la Reina o aprovechar su debilidad en las encuestas para animarla a una abdicación que nunca llegó. De eso trata el primer capítulo de lo nuevo de The Crown, titulado El síndrome de la reina Victoria. Un arranque bastante consistente que se desarrolla inteligentemente en dos embarcaciones reales que podrían estar a punto de naufragar: por un lado, el Britania, a bordo del que viaja la Reina y su esposo; por el otro, el yate que llevó a los Príncipes de Gales por Italia en una 'segunda luna de miel' teatralizada y que fue la antesala de su ruptura.
El primer capítulo es toda una declaración de intenciones de la situación de la familia real británica a comienzos de los noventa, cuando todos ellos comenzaron a preocuparse -cada uno a su manera- por la supervivencia de la institución o de ellos mismos. A Carlos, interpretado por Dominic West (The Affair), le entran unas ganas tremendas de tener más responsabilidades mientras se afana en mantener la imagen de matrimonio idílico de cara a la galería. La puerta a la que primero llama es la de John Major, el entonces primer ministro y única persona que entiende que varias bombas están a punto de estallar. Y todas le van a pillar a él en Downing Street.
La gran Imelda Staunton debuta como Isabel II, quien comienza a ser consciente -posiblemente llevaba tiempo mirando para otro lado- de la delicada situación que se puede llevar por delante la estabilidad de su familia y, en consecuencia, la de su propio reinado. Escándalos familiares que se convertirían en terremotos públicos, presión de una prensa cada vez más enfurecida y la figura de un hijo al que ella ve muy lejos del trono. La Reina tiene menos protagonismo que en anteriores temporadas, al menos en los dos primeros capítulos que hemos podido ver antes del estreno. Crece la importancia de las tramas aledañas y de los secundarios, entre ellos su esposo, el duque de Edimburgo, que ejerce un poder en la sombra para frenar a Diana en sus primeros intentos de asomar la cabeza y romper el silencio que palacio le imponía.
Elizabeth Debicki interpreta ahora a la princesa -superior a Emma Corrin- en un relato que comienza apenas una año antes de su separación y seis antes de su muerte (el accidente no se verá hasta la sexta temporada). La actriz ha hecho un notable esfuerzo por captar la esencia de Diana a través de la posición corporal, los gestos, la forma de caminar y esa mirada tímida que era su sello: barbilla abajo y mirada hacia arriba, buscando la luz por encima del flequillo de su pelo. La conexión con sus hijos, que se presentan como sus grandes aliados, su incipiente rebeldía y algunos golpes de 'humor' con toques ligeramente frívolos sirven para retratar un personaje que llevaba años sufriendo en un matrimonio roto porque "eran tres". Camila está desde el primer capítulo. Y está porque siempre estuvo.

Si en el arranque de la temporada se desliza el interés de Carlos por renovar la institución... el segundo capítulo está centrado en el primer golpe de efecto de Diana cuando colaboró con Andrew Morton para escribir su polémica biografía. Aprendió a desarrollar esas habilidades mediáticas que le permitieron marcar perfil propio durante los años siguientes y proyectar una figura que puso contra las cuerdas a una institución que se tambaleó durante esos primeros años noventa, hasta el trágico accidente que acabó con su vida.
'The Crown' sigue siendo una serie apasionante, la joya de la corona de Netflix
Polémicas aparte, The Crown vuelve en plena forma -el segundo capítulo es algo más flojo que el primero- y el momento no puede ser más oportuno. Algunos han tachado a esta serie de "telenovela" para desacreditarla y rebajar su fidelidad histórica, pero siempre ha sido y sigue siendo un relato apasionado, intenso y tremendamente adictivo sobre la familia real más importante y atractiva de Europa. Ahora, además, vuelve con un casting completamente renovado y con el relato de unos años turbulentos y cercanos en el tiempo. Quizás ahí está la clave de algunas críticas, porque la mayor parte del público de The Crown ha vivido la época que ahora se cuenta en la ficción y, por lo tanto, tiene una opinión previamente formada. Lo que antes se contaba quedaba más lejano en el tiempo y mucho más difuminado con un barniz histórico que le favorecía y servía para alejar las críticas y las comparaciones con el recuerdo que casi nadie tenía. Pero lo importante es que The Crown mantiene su esencia y es la misma serie apasionante de siempre. La joya de la corona de Netflix.