Hasta hace apenas tres meses, Arturo Fernández seguía llenando el teatro con Alta seducción, obra de la que era también director y productor este galán inolvidable, con 60 años de carrera a sus espaldas.
Este seductor de película, galán de galanes, siempre iba trajeado, impecable, acorde con su fama, y aseguraba que nunca se le ocurriría salir sin asearse o mal vestido de casa "por respeto a los demás, y porque el agua y el jabón son baratos", nos decía hace años en una entrega de premios.
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Por cierto, que una de sus quejas era que nunca le habían dado un premio potente por ser de derechas. Después de 40 años con Carmen Quesada, su segundo gran amor después de la madre de sus tres hijos, reconocía que no siempre había sido fiel pero al mismo tiempo juraba que había sido "siempre leal".
De familia humilde, en más de una ocasión recordó que cuando llegó a Madrid allá por 1955, "a veces no tenía dinero ni para comer". Por entonces era uno de los asiduos al café Gijón. "Allí nos fiaban. Cuando cobrabas, saldabas la cuenta. Así hemos comido caliente la mayoría de los actores", contaba en un almuerzo con la peña Cuarto Poder en Casa Lucio no hace mucho.
Artuto Fernández no solo era militante de la pulcritud y la elegancia permanente sino que desaprobaba que los actores acudieran a galas como los Goya "como si vinieran de excursión", y argumentaba que en países como Francia, Estados Unidos o en Italia "eso de ir con pintas no se estila".
En cuanto a su fama como actor de derechas, nunca le preocupó la etiqueta. "¿A mí? ¿Y por qué me iba a importar? Vivo en una democracia y tengo todo el derecho a decir qué tipo de gobierno me gusta. Soy de derechas y voto a la derecha. Y quiero aclarar que si hubiera sido de izquierdas ahora sería un actor renombrado, con miles de premios y con entrevistas en televisión y periódicos todos los días. A mí no me han dado ni un Goya, ni un Max", clamaba sin reservas el asturiano, por cierto, hijo de un anarquista. "Pero Franco se me queda a la izquierda", llegó a decir una vez ante un grupo de periodistas.
Tampoco era partidario de la supuesta teoría según la cual los artistas e intelectuales tengan que ser vanguardistas y transgresores: "Eso es un cuento chino", resolvía sin mayor problema. Partidario de Rajoy, de quien hablaba maravillas, se implicó en el problema catalán asegurando que "la ley hay que cumplirla" e insistiendo en que el anterior presidente del Gobierno estaba mucho más reconocido fuera que dentro de nuestro país. "Aquí la tendencia es destruir lo que tenemos", decía. "Las últimas veces he visto una Cataluña diferente y triste", aseguraba Arturo Fernández cuando le preguntaban por ello.
Tampoco recibió nunca subvenciones y decía que ni siquiera las había pedido. Productor, actor y hasta autor, arriesgaba su propio capital. "Es el público el que me examina y me da su aprobación cada día. Las subvenciones son el camino a la vaguería", decía.
