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Luis Enrique y su impresionante lección de coraje: así fue la batalla de toda la familia contra la enfermedad

Luis Enrique Martínez y Elena Cullell comunicaban este jueves 29 de agosto la muerte de su hija Xana, a causa de un cáncer de huesos, con solo 9 años. Para afrontar la tragedia, ambos, cuyo pilar ha sido siempre la familia, se apoyan el uno al otro y junto a a sus otros hijos, lloran la ausencia de la pequeña. 

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Luis Enrique Martínez y Elena Cullell contrajeron matrimonio el 27 de diciembre de 1997. Él, un futbolista famoso de calidad contrastada, rápido, con mucha garra, que llegó al Real Madrid procedente del Sporting de Gijón, el equipo de su tierra, y que terminó en el Barcelona, traslado que la afición madridista no le ha perdonado todavía. Ella, una de las tres hijas de Francesc Cullell, peletero del Baix Llobregat, que estudió Económicas, que nunca ejerció y que conoció al jugador cuando trabajaba como azafata de tierra.

Fue un flechazo. Se casaron ante dos centenares de invitados en la basílica de Santa María del Mar y tuvieron tres hijos: Pacho, que hoy tiene 20 años; Sira, 19, y Xana, la pequeña, 9. La familia encontró la casa de sus sueños en Gavá, una mansión de 841 metros cuadrados construidos en 2.363 de parcela. La información sobre la residencia de los Martínez-Cullell está muy manida. Se sabe hasta que el garaje ocupa 60 metros cuadrados, que en su interior no hay una exposición de coches de alta gama, carísimos, si no una furgoneta 'pic up', para trasportar las bicis, y un Mini. Cuando Luis Enrique entrenaba al Barcelona también había un Audi Q-7, cesión de la firma alemana a los jugadores y técnicos del Barça, en intercambio similar del que disfrutan en el Real Madrid.

Su parque móvil es una evidencia de su proverbial austeridad. Un futbolista de su categoría, que jugó en el Madrid y en el Barça, que vistió la elástica nacional, tuvo que hacer a la fuerza fortuna con su carrera. La hizo y no la derrochó. Solo se le conoce una inversión más allá del domicilio familiar en Gavá, que fue la casa de campo que levantó en las inmediaciones de Mareo y que se llamó La Masía. Hace tiempo que la vendió.

Después de colgar las botas en el Barcelona, Lucho se tomó un año sabático y se fue a Australia a practicar uno de su deportes preferidos, el surf; pero también el running. Quien fuera internacional con España en 64 ocasiones practica el deporte con pasión e igual se inscribe en un iron man que en un triatlón que en la Quebrantahuesos. Es un atleta y se mantiene como si continuara jugando al fútbol en la élite.

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Tras la aventura australiana, el Barça le fichó para que entrenara al B. Ahí empezó su carrera en el banquillo, donde lo descubrió la Roma. El paso fue de gigante y no dio los resultados esperados. No obstante, al término de esa temporada nefasta en el Calcio, regresó a España y le contrató el Celta, al que terminó clasificando noveno en LaLiga. En 2014 el Barcelona le echó el lazo. No costó demasiado convencerle. "Me cuesta mucho vivir lejos de mi familia", confesó entonces. Cuando estaba en Vigo vivía a caballo entre la ciudad gallega y la Condal. El matrimonio desestimó la mudanza para no cambiar a los hijos de colegio.

La vida gira en torno a la familia eran Pacho, Sira y Xana, que ya no está, pero a la que recordarán cada día de sus vidas. Junto a Elena, los pilares de Luis Enrique. En las tres temporadas que pasó en el banquillo del Barça ganó dos Ligas, tres Copas del Rey, una Supercopa de España, una Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes. El último año, 2017, 'solo' conquistó la Copa y aunque acabó segundo en el torneo liguero, eso le costó la renovación. Fue como si el histórico triplete del primer curso no hubiese existido. No fue un drama para él, solo un lapsus en su carrera. En 2015 le nombraron Mejor entrenador del mundo y su reputación y sus éxitos le convirtieron en el octavo técnico mejor pagado del planeta fútbol. Cobraba 7,5 millones netos por temporada, suma a la que añadía las primas por objetivos alcanzados (títulos), total, unos diez millones anuales netos.

Luis Enrique, como tantos y tantos triunfadores en el fútbol de altísima competición, amasó una pequeña fortuna de la que no distrajo un céntimo en aventuras inmobiliarias ni en inversiones de esas que, según dice el camelador de turno, convierten el plomo en oro. Lucho es un hombre austero que vivía para su familia, para el fútbol y para apuntarse de cuando en cuando en alguna de esas pruebas atléticas que exigen una fortaleza enorme a quienes las practican. Y en ese estatus lo encontró Rubiales, el presidente de la Federación, quien le entregó las riendas de la selección española después de la tocata, la fuga y el despido de Julen Lopetegui, a pocas horas del comienzo del Mundial de Rusia, y de que Fernando Hierro se inmolara al aceptar el encargo de sustituir a quien clasificó a España para el campeonato.

Tenía ofertas económicamente despampanantes de la Premier, pero aceptó la que le hizo Rubiales por dos temporadas, a millón y medio de euros cada una de ellas. El dinero no era un problema, para Luis Enrique el dinero no lo es todo, y aceptó el reto. Empezó bien y sufrió el primer traspié cuando España cayó eliminada de una novedosa competición, la Liga de las Naciones, en la que comenzó con arranque de pura sangre y terminó con parada de mulo. Después, tras el tropezón, llegó el principio del drama cuando la selección iniciaba la clasificación para la Eurocopa de 2020.

Finales del mes de marzo, España visitaba Malta. Un partido fácil que el seleccionador no pudo dirigir porque la víspera tuvo que salir a toda velocidad hacia Barcelona. "Un problema familiar", dijeron en la Federación, que frente a la insistencia de quienes preguntaban, se 'extendía' en la explicación: "Un problema familiar muy delicado". Tenía que serlo para abandonar la concentración deprisa y corriendo.

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Pasó el tiempo, Robert Moreno, segundo de Lucho en la selección, dirigía al equipo siguiendo las indicaciones del seleccionador, permanentemente informado de todo lo que ocurría en la concentración y a quien remitían los vídeos de los entrenamientos. Era Luis Enrique quien hacía las alineaciones, pero era Robert quien ocupaba el banquillo. Luis Enrique ignoraba cuánto tiempo estaría su ser más querido en manos de los médicos. Por desgracia, a veces el valor y la dedicación no son suficientes para curar. La impresionante lección de coraje de Luis Enrique y los suyos está fuera de toda duda pero Xana no ha podido ganar la batalla. 

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Comentarios 6

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SAN MARTíN
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OTRO PUBLI-REPORTAJE DE ELECONOMISTO SOBRE ESTE CHULO SOBERBIO, PREPOTENTE Y MALA PERSONA A QUIEN EL KARMA LE HA DADO UN POCO DE MEDICINA QUE SE HA GANADO A PULSO DE FORMA REITERADA

Puntuación -39
#1
animo luis enrique
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San Martin ,tienes un apellido muy de bueno pero eres el mismo diablo,que Dios te perdone

Puntuación 14
#2
HECTOR GONZALEZ
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Me parece increíble que este medio permita primero, comentarios como los de -San Martín- que son poco menos que lamentables e irrespetuosos, y segundo, que el periodista que escribe el artículo, enmascare la noticia de lo que le sucede a Luis Enrique y su familia, con palabrería barata. Triste y lamentable.

Puntuación 6
#3
Victor Ramos
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Animo Luis Enrique y familia, animo, sois luchadores, y vais a conseguir superar esta dura prueba, todas las personas de buen corazón, estamos con vosotros, y seguro que la vida va a ayudaros en esta travesia, animo

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#4
Carmen
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1. Es muy bíblico eso de que los hijos pagan por los pecados de sus padres, pero quién es nadie para juzgar a los demás? No cometes pecado también al decir eso?

Puntuación 3
#5
discursomotivacional
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dijo a sus dirigidos de la roja-si han pensado que esto es por dinero o cataluña ¡me temo que no han entendido ni uncarajo de lo que está pasando aquí! ahora ¡largo de aquí! ¡a jugar!

Puntuación 0
#6