Exquisita cordialidad, movimientos medidos, gestos ensayados y tensión bien soportada: el encuentro estelar entre la reina de España y la primera dama norteamericana es parte de la arquitectura protocolaria pero entre ellas no parece que haya saltado la chispa de la verdadera amistad como ocurrió en anteriores visitas de doña Letizia a Washington.

Además, la mujer del monarca español, posiblemente sin querer, ha elegido un modelo que lució Melania Trump hace un año, en distinto color, pero que le queda mucho mejor a la española que a la eslovena. Las comparaciones son aún más odiosas si enfrentamos a las dos con el mismo diseño, algo que Letizia ha hecho posible porque de entre todos los vestidos del mundo eligió uno que ya llevó y en este mismo escenario su anfitriona: la maniquí de origen yugoslavo, de 48 años, marca (enfundada en el Michael Kors) una cierta tripa mientras que a Letizia le queda como un guante. Por no hablar de las arrugas que le hace a la primera dama cuando se sienta en la misma postura que su huésped. Resultado: cara a cara, con idéntico vestido, la ganadora es Letizia, y puede que haya puesto en evidencia a su anfitriona.




La diplomacia existe para que gobiernos como el de España, que ahora preside Pedro Sánchez, y el de Donald Trump, con valores y políticas contrapuestas, puedan acercar a sus jefes de Estado y a sus esposas con cordialidad, apretones de manos y sonrisas. Eso no quiere decir que el presidente norteamericano deje de machacar a los inmigrantes en su país o que el ejecutivo socialista cambie sus planes con los refugiados que ahora tendrán tarjeta sanitaria en el nuestro, pero al menos dejamos los puentes tendidos para que las relaciones en el futuro sean mejores.

En estos asuntos los papeles de la primera dama y nuestra Reina son mucho más importantes de lo que pueda pensarse. Es verdad que para el escaparate quedan el duelo de looks, pero el feeling, las miradas y la empatía juegan también una baza decisiva.
Sin ninguna duda, la antecesora de Melania Trump en la Casa Blanca, Michelle Obama, encajó con Letizia a las mil maravillas mientras que la aséptica cordialidad entre la señora de Donald Trump y la esposa de Felipe VI nos dice que este encuentro no ha sido tan mágico como aquel que vimos cuando Michelle y Letizia recorrían los jardines de la residencia presidencial, en la avenida Pensilvania. No hay como observar las fotografías que recuperamos de aquel viaje para descifrar la diferencia entre afinidad y educación.





Puede que haya sido una diabólica estrategia pero queremos pensar que ha sido solo un descuido imperdonable, atribuible a los responsables del estilismo de la Reina Letizia, lo que ha hecho posible que el vestido rosa entallado elegido por la mujer del monarca español sea el mismo que lució hace un año Melania en la recepción al presidente de Panamá y su esposa, solo que el de la primera dama era azul.
La primera dama eligió para la ocasión un vestido de Valentino, de la colección Resort 2018, un diseño de algodón en tonos beis y verdes con bordado de aplicaciones de hojas, sin mangas, con falda evasé. Aunque el modelo original no lleva cinturón, Melania le incorpora uno blanco que entalla su figura. El precio de esta creación es de 8.150 euros. Un guiño a España le ha llevado a elegir para sus pies unos salones de ante verde de Manolo Blahnik. El famoso diseñador canario nació en Santa Cruz de la Palma de madre canaria y padre checo.

El vestido de la discordia, el que ha querido ponerse la Reina de España para tan observado momento, ha sido un Michael Kors sin mangas, con unos botones dorados en la zona de la cintura y cinturón plateado. En las imágenes vemos a Letizia y a Melania con el mismo vestido en sus diferentes colores pero con posturas similares.
Doña Letizia complementó el outfit con una cartera de mano de ante y unos salones a juego, de Magrit, que ya lució en Nueva Orleans el primer día de su viaje por EE.UU. y unos pendientes Doble Daga de la firma española Gold & Roses, en diamantes y oro blanco y cuyo precio roza los 2.000 euros.
