El cine español podría recuperar a Mar Flores, una actriz intermitente que entra y sale de la pantalla y desaparece después durante años. El final de su relación con el millonario mexicano Elías Sacal, que ha cambiado a la empresaria española por una explosiva rubia, presentadora de una televisión latina, ha dejado a Mar Flores compuesta y sin magnate pero dispuesta una vez más a cambiar de registro.
Estos días, Mar ha vuelto a la escuela de interpretación de Juan Carlos Corazza, el actor argentino que desde hace 25 años da clases a los mejores intérpretes del cine y el teatro español. Entre sus alumnos están Javier Bardem, Ana Belén, Elena Anaya, Candela Peña, Alicia Borrachero, Sergio Peris Mencheta, Silvia Abascal, Ángela Molina, Lola Dueñas, Pilar López de Ayala, Belén Rueda o el inolvidable Juan Luis Galiardo. Muchos de ellos, Javier Bardem incluido y ya con un Oscar en su haber, regresan de vez en cuando a la escuela de Corazza para seguir aprendiendo.
Mar Flores, a punto de cumplir 49 años, asegura que nunca ha dejado su vocación de actriz ni su aprendizaje, aunque lo cierto es que no hace mucho explicaba que lo suyo era diseñar bolsos y hacer cojines para decorar la casa.

Su paso por el cine ha sido irregular y como decíamos, intermitente. En 1997 rodó Resultado final, a las órdenes de Juan Antonio Bardem, a la que siguió El Coyote, junto a José Coronado, dirigida por Mario Camus y producida por Enrique Cerezo.

Dos películas con malas críticas y poca taquilla. Se cumplen ahora diez años de su vuelta al cine, con Los años desnudos, dirigida por la fallecida Dunia Ayaso y Félix Sabroso, con Candela Peña y Goya Toledo que protagonizaban junto a Mar Flores la historia de tres actrices de películas de destape en la España de la Transición.

Esta película no recibió malas críticas pero no recaudó lo suficiente para que Mar Flores fuera considerada una actriz con futuro. Su marido de entonces Javier Merino no siguió produciendo más proyectos a la medida de su chica. Mar Flores busca ahora volver al cine aunque corren malos tiempos para inversores románticos que apuesten por actrices sin garantías y sin demasiado currículo.
