La tranquilidad ha vuelto a la casa de Isabel Preysler en Madrid, que no sólo es el hogar de Isabel y Mario Vargas Llosa. En la mansión de la Avenida de Miraflores viven también Tamara Falcó y la madre de la Preysler, Beatriz Arrastia, de 94 años, a la que visitan a menudo los sobrinos filipinos de la novia del Nobel, que residen en Madrid.
Hace unas semanas, Betty, como la llaman sus amigos, cristiana y muy devota, se fue de peregrinación a Fátima y en aquella inmensa explanada, con el viento y el frío del invierno, cogió un tremendo resfriado que a su edad pudo llegar a poner en peligro su vida. Afortunadamente, la madre de Isabel ha superado el trance y toda la familia está más tranquila.

Esta dama filipina con familia de origen navarro fue madre de seis hijos pero ya ha perdido a tres de ellos. La última en irse fue Beatriz, la pequeña, muy querida y próxima a Isabel, que falleció en Madrid en 2012, con solo 53 años, víctima de un cáncer de pulmón.
Los otros dos hijos de Beatriz Arrastia murieron lejos de su madre: Richy en Hong Kong, mientras tomaba un baño en la habitación de su hotel, intoxicado por monóxido de carbono; Carlos Preysler Arrastia falleció en los años 70 después de una vida con mala salud por su adicción a las drogas y siempre con problemas con la Justicia.
Gracias a sus creencias religiosas, Beatriz Arrastia llevó con resignación la muerte de sus tres hijos. Desde que enviudó de su marido Carlos Preysler, en 1.992, encontró en la casa madrileña de Isabel el cariño y los cuidados de su hija, sus nietos y de las dos parejas de Isabel con las que ha convivido: su yerno Miguel Boyer y ahora Mario Vargas Llosa, con quien se lleva 13 años, uno menos de los que separan al peruano de Isabel.

Betty también pasa algunas temporadas en Miami con su nieta Chábeli Iglesias, aunque Beatriz ya no viaja sola. Tamara, la más disponible de la familia, suele acompañarla en el largo viaje a Estados Unidos.
Más cerca, en Roma, ha tenido Beatriz a su hermana Mercedes Arrastia, embajadora de Filipinas en el Vaticano, una señora también muy devota y conocida en su país por las obras benéficas que hace la fundación que creó hace ya muchos años, a la muerte de su marido. Con estos familiares tan religiosos, entendemos de dónde vienen la fe y devoción de Tamara Falcó: la lleva en la sangre materna.