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¿Quién ha ganado más en la boda de Ana Boyer y Fernando Verdasco?

  • Un mes después del enlace

Es pronto para saber qué apellido llevarán los hijos de Ana y Fernando si los tuvieran, ahora que la ley da a elegir entre el del padre o el de la madre. Sería un buen test para averiguar qué saga valoran más el tenista y la hija de Isabel Preysler. De momento la tradición dice que son señores de Verdasco (aún no somos tan modernos en esto). En todo caso, un mes después de la boda más comentada del año, sabemos que se han casado con separación de bienes. Analizando la unión matrimonial de una persona perteneciente al clan que más ha mercantilizado su vida en las revistas, hay una pregunta  inevitable. ¿Quién de los dos ha ganado más con este matrimonio?

La hija del que fuera superministro de Hacienda con Felipe González heredó un cerebro brillante para las finanzas, según afirmaban cuando estudiaba su carrera. Pero ese futuro siguiendo la senda de su progenitor pierde posibilidades: no parece que vaya a retomar su carrera. Tal vez el amor hacia su tenista o el miedo a perderlo de vista (a que sacara los pies del plato), parece haber marcado su relación: Ana dejó la casa de su madre (y de Vargas Llosa) y se pegó a Verdasco y sus campeonatos por tierra, mar y aire. Rechazó la valiosa oportunidad que le brindó un despacho como Uría y Asociados para trabajar en su bufete y demostrar que su apellido tiene genes idóneos para el trabajo. Pero prefirió seguir por todo lo largo y ancho de este mundo a su pareja.

Es como su cuñada, la ex tenista Anna Kournikova, pero al revés. Sin embargo, Ana Boyer no ha ganado una proyección especial para sus exclusivas. Si se hubiera casado con un soldador o un albañil, la boda hubiera interesado exactamente lo mismo: se casaba la hija de Isabel Preysler y Miguel Boyer.

El hecho de que sea un tenista afamado no le añade puntos. En cambio, a él, número 35 en el ranking de la ATP, residente en Doha por motivos profesionales (y tal vez fiscales), la boda con Ana sí le puede proporcionar más patrocinios. Ha pasado a convertirse en un personaje de primera para las revistas del corazón.

Ana Boyer no llevará un tren de vida mucho más alto que el que ha llevado hasta ahora. Por cierto que en el entorno de Fernando dicen que él es muy mirado con el dinero. No tanto Ana, que ha sido educada por mamá Preysler en el arte de gastar con alegría.

Nunca se sabe cuándo llegarán los hijos de Fernando y Ana. Su madre los tuvo pronto. Es más fácil imaginar que cuando lleguen, si ocurre, pasen más tiempo con los abuelos paternos que con los maternos. Los Verdasco son más clan que los Preysler.

En el asunto económico sabemos la situación de los Presysler (más o menos) pero la familia del tenista tampoco puede quejarse, al margen de sus ingresos profesionales como deportista de elite. El local del café de Chinitas, que regenta su familia, no es en realidad suyo, sino de Pitita Ridruejo, que se lo tiene alquilado a un precio muy por debajo del mercado.

Los Verdasco son propietarios también entre otros negocios del restaurante donde se hace, dicen, el mejor cocido de Madrid, La bola, al lado del Senado. Tamara Falcó se hacía la sueca en la reciente entrega de los Premios Glamour cuando le preguntaron si se prepararía cocido en el enlace en el que ella actuó de Wedding planner, hasta tres veces se lo preguntaron para que contestara y no lo hizo. ¿Le parecía una ordinariez o no quería hacer publicidad a la familia del novio?

Al margen de la culminación de su amor por Verdasco, puede decirse que en lo material y contra lo que pudiera parecer, Ana Boyer no ha ganado puntos como estrella mediática con su boda. En un lugar como Doha tiene muy pocas posibilidades de incrementar su patrimonio, aunque entendemos que pasará muchos tiempo viajando y tratará de mantener sus bolos publicitarios y sus exclusivas, como buena alumna de su madre.

Su pasado, presente y futuro pasa por comerciar con las exclusivas familiares. Y eso podría haber seguido haciéndolo desde España sin supeditar su vida a la carrera profesional de su marido. Le queda la posibilidad de rentabilizar su imagen en las redes con productos, pero carece para las marcas de la gracia y el atractivo de Tamara. Demasiado hierática. A todas luces, quien ha salido ganando ha sido el amor. Que sea por muchos años.

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