Tita Cervera solía llamar cariñosamente a su marido el barón El holandés errante. Y es que Heinrich Thyssen era húngaro por su madre, holandés de nacimiento, alemán por familia y suizo y británico por sus respectivos pasaportes. Y además tenía residencias en varias localidades españolas (San Feliú de Guixols, Andorra, Madrid, Marbella y Mallorca).
Su hijo adoptivo, parece seguir el mismo camino. Después de instalarse en Londres con su esposa Blanca Cuesta y sus cuatro hijos en agosto pasado, la familia ha vuelto a España. O mejor dicho, Borja a su casa de Andorra, Blanca y sus hijos, a la mansión de La Finca en Madrid comprada en 2100 por cinco millones de Euros.
Y vuelta a empezar desde el mismo punto de partida. Poco les duró al matrimonio su apacible vida en la lujosa urbanización madrileña. Los problemas con Hacienda del hijo de la baronesa, por los que le piden dos años de prisión además de una sanción considerable, le hicieron emigrar deprisa y corriendo al principado de Andorra, para certificar que no vivía en España todo el año y que no estaba obligado a tributar sus impuestos en nuestro país.
Tita compró dos espléndidas casas unifamiliares en una zona alta del principado: una para ella y sus hijas Sabina y Carmen, otra para su hijo. Mientras, Blanca Cuesta se quedaba en Madrid por el colegio de los niños, o eso dijeron para justificar que no quería vivir en Andorra.
Pero la lejanía y la separación familiar animó al joven matrimonio a instalarse en Londres, en un carísimo piso alquilado en la lujosa zona residencial de Knightsbridge. Los niños se matricularon en un carísimo colegio cercano y la familia empezaba una nueva vida.
Hasta que hace pocos días decidieron regresar. Borja a Andorra, Blanca a Madrid. Pero su casa de Londres sigue abierta y el colegio de los niños esperando su reincorporación al curso escolar. Cambios de domicilio y traslados que cuestan una fortuna, sobre todo teniendo en cuenta que no acaban yendo a ninguna parte. Y es que ahora, Borja y Blanca podrían barajar instalarse en Suiza, donde Borja tiene pasaporte y residencia desde que fue adoptado por el barón, además de un precioso chalé en las montañas. El entorno de la baronesa considera todo este peregrinar errático como un sinsentido, y sobre todo perjudicial para los niños. Pero los Thyssen son una familia peculiar e inclasificable.