La agonía y muerte del patriarca de los Sánchez Vicario ha reavivado un culebrón familiar que llenó páginas y páginas de la prensa hace cinco años, cuando Arantxa decidió demandar a sus padres y a su hermano Javier, iniciando una guerra judicial en la que todos guardan aún el hacha tras la espalda.
Todo comenzó el 17 de diciembre de 2010. Ese día, la tenista acudió al Tribunal de Andorra para presentar la primera demanda contra su familia (sus padres, Emilio y María Luisa, y su hermano Javier) por presuntos delitos de administración desleal y apropiación indebida. En ella declaraba que, a sus 44 años y tras una exitosa carrera deportiva (dos premios Roland Garros, un US Open y el Príncipe de Asturias de los Deportes, entre otros), se encontraba en la bancarrota por la mala gestión que sus padres habían llevado a cabo con su fortuna, de la que se encargaban desde principios de los años 80. Un año antes, una inspección de Hacienda la había condenado a pagar una multa de 5,2 millones de euros por evasión impuestos.

Arantxa revocó los poderes notariales de sus padres y publicó un libro autobiográfico, Arantxa, ¡Vamos!, en el que relataba la durísima infancia y adolescencia que había sufrido por la presión que Emilio y María Luisa ejercían sobre ella para que llegara a lo más alto de la WTA: "Han ejercido un control y una protección que me han anulado en muchos momentos de mi vida", "Mi madre decidía sobre mi pelo, mi ropa...", "Mi padre me asignó una cantidad mensual que vigilaba con lupa", son algunos de las frases lapidarias del libro.

Además, revocó los poderes notariales de sus padres y puso todas sus propiedades a nombre de las empresas de su marido, Josep Santacana, con el que se casó en 2008 y tiene dos hijos, Arantxa y Leo. La unión de la tenista con el empresario no gustó a la familia de ella, que incluso llegaron a contratar a un detective para que investigara su pasado fiscal, plagado de deudas, embargos y denuncias por robo en aquel momento. Más tarde, el entorno de Arantxa acusó a Santacana de manipular a su mujer y malmeter en la relación familiar con sus suegros para apropiarse de todo.


En 2012, una nueva demanda interpuesta por Arantxa solicitaba el desalojo de sus padres del apartamento familiar, situado en la Diagonal de Barcelona, que era propiedad de la tenista. Además, también reclamaba la residencia de veraneo de Emilio y María Luisa, una casa en S'Agaró, en la Costa Brava, también de su propiedad.
Tras perder la primera demanda por prescripción de los hechos y falta de pruebas en 2013, Arantxa recurrió la demanda, pero el Tribunal de Andorra volvió a dar la razón a los padres en 2015 y condenó a la tenista a pagar las costas del juicio. Con la demanda de las propiedades aún a la espera, Arantxa dio un paso atrás y solicitó una reunión amistosa entre los abogados de ambas partes para llegar a un acuerdo con las casas. Finalmente, la tenista cedió el usufructo del hogar familiar a sus padres, que podrían vivir ahí hasta tres años después del fallecimiento de Emilio, enfermo de alzheimer y cáncer en ese momento, y que ha fallecido este mismo jueves en el hospital Quirón de Barcelona. Es decir, Marisa podrá disfrutar de esa casa hasta el 2019, como mínimo.

Este acuerdo amistoso no dio por finalizado el calvario judicial de Arantxa. El pasado verano, fue demandada por Bonaventura Castellanos, abogado de la familia durante los últimos 30 años y que, tal como rezaba la demanda que presentó, "ha visto mancillado su honor y su imagen, al verse involucrado arbitrariamente en una disputa familiar sin haber ostentado jamás facultades dispositivas sobre su patrimonio y no tener otra participación que la de haber sido abogado, tanto de la demandada como de su grupo de sociedades y asimismo de sus señores padres". En una entrevista concedida poco después aseguraba: "Espero que condenen a Arantxa a restaurar mi honorabilidad y a pagar las costas procesales que he tenido, además de obligarla a publicar la sentencia en los medios".
A pesar de los pobres intentos para enterrar el hacha de guerra, Arantxa, Emilio y Marisa nunca volvieron a dirigirse la palabra ni a retomar contacto alguno. Tampoco Javier ni Emilio, los hermanos de ella, que se posicionaron con sus progenitores desde el primer momento. Ningún contacto hasta el pasado viernes día 19, cuando viajó desde Miami para despedirse de su padre antes de que fuera tarde. En la habitación del hospital coincidió con su madre y, según los testigos, intercambió con ella algunas impresiones. ¿Será esta desgracia, la pérdida de su cabeza de familia, capaz de volver a unirlos a todos?