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La aterradora historia de Donald Cline, el médico especialista en fertilidad que tuvo más de 90 hijos, llega a Netflix con 'Nuestro padre'

El true crime es un género cada vez más pujante en las plataformas de pago y cuanto más escabrosos, mejor, ya que el usuario busca quedarse espeluznado con las historias reales que se cuentan. Nuestro padre, que ya emite Netflix, es como una bomba de racimo personalizada en Donald Cline, un galeno especialista en fertilidad que utilizaba su propio esperma para inseminar a las mujeres que acudían a su consulta sin su consentimiento. ¿Resultado? Tiene 94 hijos. La historia es terrorífica, tanto, que en ocasiones provoca la risa floja ante lo atónito del caso.

Si la historia no fuese real, al igual que las víctimas, sería propia de un guionista de comedias absurdas porque Nuestro padre es uno de los documentales más insólitos de los últimos años.

Dirigido por Lucie Jordan, que también asume parte de la producción, no hay alardes técnicos en la dirección, en la que prima la austeridad y los primeros planos de los protagonistas de este escándalo mayúsculo. En el epicentro está Donald Cline, un médico especializado en fertilidad que, entre 1974 y 1987, engañó a numerosas mujeres, y a sus esposos, con una decisión incomprensible, propia de una mente perturbada. Las féminas que acudían a su clínica recurrían a la fecundación in vitro como última opción para quedarse embarazadas. Cline les explicaba que el semen podría ser del cónyuge o de un donante anónimo, generalmente estudiantes de medicina, y que solo podrían recurrir a ellos en tres embarazos, para evitar el riesgo de consanguineidad.

Pero la realidad fue otra. Cline, ante la impotencia de no encontrar voluntarios, se masturbaba en su clínica e introducía su semen a sus pacientes. En un momento del documental dice que no quería decepcionarlas ante la falta de alternativas masculinas.

Un día, Jacoba Ballard, una de sus hijas, aunque por entonces no lo sabía, tenía la curiosidad de saber si tenía algún hermanastro y se hizo un estudio de ADN. Rastreó su rama paterna hasta llegar a Cline y supo que superaban los 90. Pero la historia toma un giro en el que ya no sabes si reír o llorar: el doctor tenía una enfermedad autoinmune, por lo que no podría pasar el salvoconducto de estar en un banco de esperma. Así, una buena cantidad de hermanastros sufren la misma enfermedad. 

En 2017 se descubrió el pastel. El doctor recibió una multa de 500 dólares y fue condenado a un año de libertad bajo fianza por obstrucción a la Justicia al no admitir que había utilizado su semen. 

Jordan tiene el acierto de poner voz y rostro a sus víctimas, a esas mujeres y esos hijos traumatizados por su situación, que viven entre el desconcierto y la ira por múltiples razones. Entre ellas, que algunos de ellos, al no saber su parentesco, podrían haber tenido una relación o estar casados. Ese miedo se transmite en la producción como el símbolo de una burla siniestra del destino, una lacra sellada por la incertidumbre. 

El gran logro de Jordan es que en Nuestro padre centra la cámara en las víctimas: Jacoba Ballard, Julie Harmon (hermana número 14), Matt White (hermano 17), Heather Woock (hermana 22), Jason Hyatt (hermano 48) y Carrie Foster (hermana 53). La crudeza de sus reflexiones deja al espectador en KO en numerosas ocasiones. Como ejemplo, las palabras de una de ellas: "Al recibir la alerta de un nuevo hermano lo primero que piensas es: 'Por favor, que no haya salido con él'. Pero seguro que un día pasará".

Nuestro padre es una crítica muy sutil al fanatismo religioso -Cline tenía en la pared un versículo de Jeremías 1:5: "Antes de formarte en el vientre de su madre, ya te conocía"- y al sistema judicial, muy generoso con este médico blanco.  

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