Seductora, carnal, frágil por una infancia huérfana de cariño y en búsqueda permanente de un hombre que la protegiera y no solo viese en ella su espectacular envoltorio... Sus películas como Los caballeros las prefieren rubias (1953), Cómo casarse con un millonario (1953) y Con faldas a lo loco (1959) la convirtieron en una estrella. Su muerte en 1962, con teorías que van desde un suicidio a un asesinato, hicieron de ella un mito. En Los misterios de Marilyn: las cintas secretas, que emite Netflix, confirma que Marilyn Monroe, 60 años después de su fallecimiento, convierte en oro todo lo que toca.
La legendaria actriz rodó 33 películas, pero se han multiplicado las filmaciones y escritos sobre su personalidad y las extrañas circunstancias de su muerte. ¿Por qué? Tan básico como la propia naturaleza del ser humano, el morbo.
La penúltima producción es Los misterios de Marilyn: las cintas secretas y ya se ha convertido en una de las propuestas más vistas de su catálogo. Lo malo es que deja una sensación de Dejà vu porque no aporta nada de lo que ya saben el espectador y el lector. Se podría decir aquel dicho de "Solo sé, que no sé nada". Las imágenes de los títulos en los que deslumbró son casi anecdóticas en el metraje. Imperan los recursos para hablar de lo que realmente importa: su tortuosa vida y su muerte.

Dirigida por Emma Cooper, sí que hay un elemento que hace de Los misterios de Marilyn: las cintas secretas un proyecto novedoso, ya que Cooper ha encontrado un ángel de la guardia en las investigaciones de Anthony Summers, autor de Goddess: The Secret Lives of Marilyn Monroe. Summers tiene en su casa archivos y cintas de casete: 1.000 entrevistas de las que 650 fueron grabadas. En ellas, se puede oír a amigos y conocidos de Monroe, como los actores Lauren Bacall (con la que compartió reparto en Cómo casarse con un millonario), Tom Ewell (el casado que cae a sus pies en La tentación vive arriba), Jane Russell (Los caballeros las prefieren rubias), Dean Martin y Peter Lawford (cuñado de los Kennedy).

No faltan las declaraciones de dos de sus esposos, Joe DiMaggio y Arthur Miller, y las de sus últimos amantes clandestinos: John F. Kennedy y su hermano Bob. El testimonio más impactante es el de las hijas del psiquiatra de Monroe, Ralph Greenson, un personaje un tanto siniestro que, seamos sinceros, necesita más terapia que su propia clienta.
Tan adicta a las relaciones estables con hombres, que representaban la figura paterna, lo era de las pastillas. En los últimas semanas de su vida le comentó a su amigo Arthur James que estaba muy dolida porque se había sentido utilizada, como un trozo de carne: "Y eso es lo que la mató".

Summers se hace una pregunta que es incapaz de contestar: "¿Fue un suicidio? ¿Fue un accidente? ¿Fue algo más siniestro?" No tiene respuestas.

Solo intuye que John F. Kennedy, y su hermano Bob después, decidieron cortar sus respectivas relaciones con ella porque tenían miedo a que comprometiesen sus futuras carreras políticas. Desde que se relacionaba con ellos le cernía la sombra de la policía, detectives privados y el FBI para vigilar todos sus movimientos. Se insinúa que el último que la vio viva el 22 de agosto de 1962 fue Bob Kennedy. Sin embargo, sigue siendo un enigma.
La conclusión del documental es la misma que obtienen el resto. Como dice el refrán: "Entre todos la mataron y ella sola se murió".