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Arantxa Sánchez Vicario se confiesa: "Me dejé manipular por gente que no quería lo mejor para mí"

En los últimos tres Juegos Olímpicos, 27 de las 48 medallas de España las lograron mujeres; Mireia Belmonte, Carolina Marín o Lydia Valentín son estrellas reconocidas; Alexia Putellas acaba de ganar el Balón de Oro y Garbiñe Muguruza, el Masters. Pero, hace nada, el deporte femenino español era un erial, sólo pioneras como Lilí Álvarez o Carmen Valero. Y entonces llegó ella: Arantxa Sánchez Vicario.

Con tan solo 13 años, Arantxa Sánchez Vicario ya jugaba al tenis de manera profesional y viajaba todo el mundo para participar en distintas competiciones. Pero esto no fue lo único que la llevó a ocupar multitud de portadas y de espacios en las televisiones, sino también sus problemas familiares. Así se ha sincerado la deportista para el diario El Mundo en una entrevista. 

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Pregunta. ¿Cuánta responsabilidad en el boom del deporte femenino tiene Arantxa Sánchez Vicario? 

Respuesta. En parte sí me siento responsable, porque empecé en un momento donde sólo se hablaba del deporte masculino y mi aparición abrió los ojos a muchas niñas. Me da un poco de reparo ser yo quien lo diga, pero sinceramente es así. 

P. ¿Qué referencias tenía usted cuando empezó? 

R. Hombres. Para las mujeres el acceso al deporte era muy limitado y no se veía por la tele, todos los focos iban a ellos. Eso ha cambiado mucho, aunque no está solucionado aún. Y luego, mi familia, claro. Crecí rodeada de pelotas y de raquetas y, además, cuando eres la pequeña siempre quieres hacer lo que hacen tus hermanos. 

P. ¿En qué momento dejó de ser un juego? 

R. Cuando fui campeona de España absoluta con 13 años, la más precoz en lograrlo. Ahí me di cuenta, entre otras cosas, de que estaba preparada para ser profesional, de hecho con 14 ya lo era y me metí entre las 100 primeras del ranking. 

P. ¿Cuáles son esas otras cosas de que se dio cuenta? 

R. Tras el primer set nos dijeron que teníamos que irnos de la pista central a una secundaria porque allí se iba a jugar la masculina. Luego, me tocó esperar ahí quieta hasta que terminaron ellos para que me dieran el trofeo. En la ceremonia, cogí el micrófono superenfadada y dije: "No puede ser que nos traten así, tenemos los mismos derechos que los hombres y yo, Arantxa Sánchez Vicario, voy a cambiar esto". Creo que ese día empecé a ser guerrera, pero cumplí mi promesa. Cambié las cosas, ¿o no? 

P. Sin duda. 

R. Por eso te decía al principio, sólo hice lo que creía justo y no quiero ir de heroína, pero obviamente fui importante para mejorar el trato al deporte femenino. 

P. Decíamos que con 14 años ya era profesional. ¿Dónde quedó su infancia? 

R. Evidentemente no tuve una infancia normal. Con 13 años, la Federación Alemana me dio una beca en el centro de élite que tenía en Marbella y entré interna. Tuve la suerte de poder trabajar con Steffi Graf, Claudia Kohde-Kilsch, Boris Becker, Michael Stich… Pero también implicaba entrenamientos durísimos y abandonar a mi familia siendo una niña. Me hizo mejor jugadora, pero pasé momentos duros de soledad y excesiva presión. 

P. A esa edad, ¿entendía lo que estaba pasando? 

R. Qué va, yo sólo quería ir para delante. Allí sólo se hablaba alemán, no podía comunicarme con nadie y no sabía si me estaban hablando bien o se estaban riendo de mí. Siendo una niña eso crea inseguridades, pero aguanté y aprendí alemán, que ahora lo hablo como si fuera de Berlín. Cuando volví a España, el aeropuerto estaba repleto de gente coreando mi nombre. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo pienso. De golpe, era una celebridad… con sus luces y sus sombras. 

P. ¿Qué sombras? 

R. Mi vida cambió radicalmente y no siempre lo llevé bien, pero son cuestiones muy mías de las que prefiero no hablar.

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P. ¿Controlaba su vida? 

R. No siempre, pero igual que cualquier ser humano. ¿Tú controlas siempre tu vida? 

P. Un par de horas en total, calculo. 

R. ¿Ves? Pues imagina una vida como la mía, en la que siempre tienes gente alrededor tomando decisiones para que tú te centres en jugar. Yo viajaba con mi entrenador, mi preparador físico y mi madre. Me dejaba guiar. 

P. Lo dejó a los 30, ¿cómo fue salir de esa burbuja? 

R.– Era una vida totalmente desconocida para mí. Me levantaba por la mañana y me parecía el Paraíso: ni entrenamientos, ni medir lo que desayunaba, ni viajes, ni presión y nervios, ni gente diciéndome qué hacer… Me di cuenta de que había otra vida, la real, y que empezaba ahí. Me emocionaba mucho. 

P. ¿Maduró de golpe? 

R. En el tenis vas madurando muy rápido en ciertos aspectos, pero siempre dentro de un entorno más controlado. Aquí ya iba sin red. 

P. Y se complicaron ciertas cosas como la relación con su familia. Tras toda una vida dando imagen de clan inseparable, en 2012 publica una autobiografía en la que acusa a sus padres de controlarla y arruinarla. 

R. El libro fue un gran error. Otra sombra. Hoy no lo hubiera escrito, pero en aquel momento me dejé aconsejar y manipular por gente que no quería lo mejor para mí. Me convencieron de que sería algo positivo en mi vida y, luego, descubrí que no era así y que esa persona (su ex marido Josep Santacana) tenía sus propios intereses en que rompiera con mi familia. 

P. ¿Pero era verdad lo que contaba? 

R. No todo, aunque yo creía que sí. La situación se me fue de las manos, pero en aquel momento no veía las cosas con claridad. Si pudiera cambiar algo de mi pasado, sería esto. 

P. ¿Se ha reconciliado con su madre y con sus hermanos? 

R. Afortunadamente sí, di el paso de pedirles perdón y hemos ido recuperando la normalidad. Por desgracia, el daño ya estaba hecho, al final mi padre estaba en una situación complicada de salud [padecía alzhéimer] y falleció sin que nos reconciliáramos. Aún me pesa y me pesará siempre. 

P. De ese matrimonio con Santacana también viene su problema judicial. 

R. ¿Cuál de todos? (risas). Me río, porque son tantos que tengo que llevarlo con filosofía. 

P. Primero tuvo un juicio con Hacienda por declarar que vivía en Andorra sin cumplir los requisitos. 

R. Sí, pero eso está arreglado y Hacienda ya no reclama. Ahora el problema es con el Banco de Luxemburgo. 

P. Por alzamiento de bienes para no pagar una deuda de 6 millones de euros. Ha admitido recientemente su culpa, ¿era consciente del delito que estaba cometiendo? 

R. Rotundamente no. Lo sé ahora, pero ya es tarde, porque a efectos legales es como si lo hubiera sabido mientras se hizo. No era consciente de lo que hacía mi ex marido, pero asumo mi responsabilidad y espero que en el juicio lo resolvamos de la mejor manera posible. 

P. Entre problemas personales y judiciales, ¿cómo está? ¿Cómo lleva ese desgaste? 

R. Igual que cuando estaba en la pista, si te soy sincera. Intento aplicar la fortaleza psicológica que ya utilizaba como tenista a todos los problemas que he tenido. Han sido unos años difíciles, pero estoy bien y voy a estar mejor. 

P. ¿Cuál ha sido el gran error de su vida? 

R. El amor. Creer en el amor. 

P. ¿Le han compensado el tenis y el éxito? 

R. Sin duda. Hago un balance muy positivo de mi vida y de mi carrera. Tengo a mis hijos, he cumplido mis sueños, he conocido a personas encantadoras… y también horribles. He visto lo mejor y lo peor. Diría que he tenido una vida muy completa. 

P. ¿Es feliz? 

R. Sí. Lo soy y pienso seguir siéndolo.

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