
La jueza del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, murió el pasado mes de septiembre en Washington a los 87 años tras una larga lucha contra el cáncer de páncreas que padecía. Su herencia, estimada en seis millones de dólares, ha ido a parar casi íntegra a sus hijos, Jane y James Ginsburg, aunque Ginsburg reservó un pellizco de 40.000 dólares para su asistenta.
Se llama Elizabeth Salas y trabajó con la magistrada durante 22 años y su lealtad y buen trabajo ha sido reconocido y gratificado por la que fuera su jefa, según TMZ.
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La fortuna de la jueza Ginsburg, que se convirtió en un referente en la lucha contra la discriminación por cuestión de género y un bastión progresista en el Tribunal Supremo, incluye libros, arte, esculturas, pinturas, fotografías, plata, porcelana, joyas, coches y muebles, entre otros.
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