Ni su abuelo tiene su nuevo teléfono. Ana Soria impone el silencio a esos familiares que atendían respetuosamente a los periodistas, no quiere que existan filtraciones sobre su relación con Enrique Ponce. Para eso ya están ellos dos, engolados, cursis, a veces 'babosos', en las imágenes que cuelgan en las redes sociales. La orden está dada.
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Silencio absoluto. Por eso, algunos 'plumillas' dan palos de ciego al escribir sobre los dos. Y una ya no sabe si los rumores de embarazo tienen alguna consistencia o se trata de bulos infundados para sacar algo de donde no hay.

El hermetismo familiar es como la confabulación del miedo. Nadie habla, todos callan, y Ana sonríe ante el éxito de sus advertencias. Menuda es la niña cuando se enfada.
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En el caso de Enrique hay menos problemas, su abuelo rompió el pacto una vez pero ha enmudecido para siempre. Otro rapapolvo. Y el divorcio sin firmar. Dicen que la estudiante de Derecho está 'picada' con la ex de su novio, con una Paloma Cuevas que le gana en seguidores en Internet. Esto parece una guerra de divas, a ver quien sube la mejor foto, la postura más sensual, el cuerpo más perfecto. En elegancia, Paloma gana por goleada.

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