De la reina Letizia no solo interesa su labor como consorte, sino también todos aquellos secretos y entresijos que la rodean. Cuatro días después del 53 cumpleaños de Felipe VI, Pilar Eyre recuerda algunas de sus anécdotas más sorprendentes.
Cuando eran novios
La periodista especializada en la Casa Real se remonta en Lecturas a la época en la que ya se había anunciado su compromiso y vivían juntos en el Pabellón del Príncipe de Zarzuela. En ese tiempo, fueron juntos a una cacería organizada por el empresario Juan Abelló en su finca de Toledo: "Al llegar, vieron que les habían preparado habitaciones separadas. En voz alta, Letizia protestó: '¿Qué esto? Yo me voy".
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Y así lo hizo: "Se advirtió a la pareja que al día siguiente los hombres debían levantarse a las ocho y las mujeres a las diez, pero cuando los anfitriones bajaron se encontraron con que Letizia y Felipe ya se habían ido, pretextando un compromiso familiar".
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Antes de casarse, también le dejó claro a Felipe VI que ella no iba a ser una mujer sumisa: "'Yo nunca seré como tu madre ni aguantaré lo que aguanta ella', a lo que Felipe habría respondido: 'Yo tampoco soy como mi padre y además te quiero para siempre'", cuenta Pilar.
La perfección de doña Letizia
De sobra es conocida la obsesión de la reina por la perfección. En cada uno de sus actos trata de lucir implacable. Lo mismo, como no, sucedió en su boda: "Modificó tantas veces su vestido de novia en el taller del gran Pertegaz, en la Diagonal de Barcelona, que al final casi no se parecía al diseño original creado por el modisto".

De 'tú' a 'Alteza'
El protocolo de la Casa Real es muy estricto. Lo asume desde el primer día con mayor o menor aceptación: "Hasta el día de su boda la trataban de tú, pero cuando salió de la iglesia el tratamiento pasó al de señora y alteza. 'Fue impresionante', me contaron. 'Ella había sido aleccionada, porque lo aceptó con naturalidad, no se sorprendió'", recuerda la periodista.
Sus obsesiones
Algo parecido al vestido de novia le ocurrió con uno de sus primeros bikinis como princesa: "En uno de sus primeros veranos de casada, encargó un bikini de una popular marca, dos piezas mínimas. Pues seis veces nada menos fue el bikini al taller para ser modificado según sus instrucciones".

También en sus conjuntos de cada día: "Cuando viaja a otra ciudad es capaz de hacer contorsionamos y cambiarse en el coche para no repetir modelo. Si ve algo que le gusta, pregunta, como cuando se interesó por las pestañas postizas que llevaba una empresaria: '¿Son incómodas?'".
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De igual modo, estaría obsesionada con su dieta. "Le encanta sentirse bien y gustar. De ser una gran consumidora de barritas de chocolate cuando era periodista, se ha convertido en una experta en nutrición: en su casa no entran productos procesados, azúcar, refrescos, harina blanca, café o alcohol", añade la periodista.
Los encontronazos familiares
A lo largo de estos años se ha especulado con la posible mala relación que mantiene Letizia con sus cuñadas, las infantas Elena y Cristina, y la reina Sofía. Eyre recuerda cómo fue el primer gran desencuentro que vivió con la mujer de Urdangarin: "Embarazada de Leonor, se iba a celebrar en la capilla de la Zarzuela el bautizo de la niña de Cristina. La infanta le pidió que alojara a sus suegros, pero Letizia se negó: 'No los conozco'. Debido a su estado y al calor que hacía aquel día se retiró pronto de la ceremonia".

La tensa relación entre las dos también se manifestó al poco después de este infortunio: "Un tiempo después, en la celebración del 40 cumpleaños de Iñaki Urdangarin, en Barcelona, estuvo toda la noche en un rincón, malhumorada, sin hablar con nadie. Cuando al final todos, reina Sofía incluida, bailaron la conga alrededor de la piscina, Letizia se tumbó en una hamaca a contemplar las estrellas", escribe Pilar.
Otro desencuentro familiar vivió en su viaje a Atenas en 2014, mismo año en el que el rey Juan Carlos abdicó en Felipe VI: "En 2014 se reunió en Atenas con la familia real griega, su suegra y sus cuñadas. No abrió la boca en toda la comida, con gesto de enfado. Chantal intentó interactuar con ella, pero la dejó por imposible. En los postres, se levantó de la mesa, sacó su iPad y no prestó atención a nadie, hasta que se fueron".
Su sinceridad
Letizia también peca de no morderse la lengua y soltar lo primero que se le pasa por la cabeza: "En una comida en Barcelona se sentó al lado una señora que le contó que tenía siete hijos, de lo que Letizia dedujo: 'Eres del Opus'. La señora le confesó, también, que tenía mucho trabajo preparando la boda de la mayor, a lo que Letizia apuntó: 'Supongo que viven juntos'", relata Eyre.

Así las cosas, la reina se quedó atónita con las confesiones de la señora: "La otra dijo que eso no lo veía correcto y Letizia se horrorizó. 'Pero ¿cómo? Eso es malísimo. ¡Deben convivir antes de casarse! ¿Cómo va a salir bien el matrimonio si son unos desconocidos el uno para el otro?', le dijo", sentencia.
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