Nunca se gustaron. La reina Letizia y su suegro, el rey Juan Carlos I, siempre fueron enemigos irreconciliables, aunque disimularan. Ahora los son más que nunca. Por eso, fuentes extraoficiales del palacio de La Zarzuela nos desvelan que la esposa de Felipe VI ruega a su marido que no permita a su padre aparecer por España estas Navidades. "Que no venga tu padre", nos cuentan que le ha aconsejado.
Letizia, cuando quiere, es mucha Letizia, tiene un carácter demasiado fuerte, y no ceja en su empeño de exiliar a su suegro para siempre. Le sale la vena monárquica, la que no tuvo en su juventud, y apela a las necesidades de la Corona por encima de los afectos paterno filiales.
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La reina piensa más en una Nochebuena con Felipe y sus dos hijas, antes que repetir las reuniones familiares de antaño: ésas ya forman parte del olvido. Los desasosiegos que le causa el Emérito le traen por el camino de la amargura, aunque para ella sea un triunfo quitarse al suegro de encima.

Nos lo confirma una de sus antiguas amigas del mundo del periodismo: "Cuando Letizia era novia de Felipe siempre se sintió despreciada por el rey Juan Carlos. El distanciamiento viene desde los inicios de esa relación. El anterior jefe del Estado no escondía sus inquinas hacia su futura nuera, quizá pensaba que era poca cosa para su hijo. Él hubiera preferido una princesa o alguien de la aristocracia. Letizia era demasiado plebeya. Lo gracioso es que él mismo se enrollaba con plebeyas en sus aventuras extramatrimoniales. Pero... ¿casarse con ellas?
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La presencia de don Juan Carlos, a la vista del embolado económico fiscal en el que está metido, es, a juicio de Letizia, contraproducente. Es más, sería de extrañar que también le haya pedido a su marido Felipe que trate el tema de los dineros de su augusto padre, aunque sea sutilmente y sin un ataque directo, cuando se dirija a todos los españoles en televisión el próximo día 24 por la noche. Balones fuera.