La fama de juerguista de Iñigo Onieva preocupa a Isabel Preysler. El novio de su hija Tamara Falcó es bien conocido, tal y como desvela el paparazzi Diego Arrabal, en las noches discotequeras de las mejores salas londinenses. Y dicen que su éxito con las mujeres es innegable.
La filipina, que cumple 70 años espléndidos años en febrero, y de amores sabe un rato, está echando mano a sus contactos para que le aporten datos sobre el joven diseñador de coches, de 31 años, nueve menos que su hija. Tampoco le gustan a la novia de Mario Vargas Llosa las muestras públicas de cariño, al estilo del abrazo, con besuqueo callejero incluido, de la imagen de portada de la revista del saludo el pasado miércoles.

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La verdad es que la futura marquesa de Griñón ha pasado del fervor religioso más profundo a la vida algo más alegre, incluidas esas salidas nocturnas con su chico en las que, según se han atrevido a afirmar las malas lenguas, incumplen alguna de las normas dictadas por las autoridades sanitarias. Preysler quiere lo mejor para su hija; y si es necesario indagar sobre los antecedentes de su nuevo novio, lo hace sin dudarlo.
