A sus 27 años, la onubense Carolina Marín es una de las deportistas españolas más premiadas. Tricampeona del Mundo de bádminton, si fuera un hombre y practicara deportes como la Fórmula 1, el tenis o el fútbol, posiblemente ya tendría el premio Princesa de Asturias en su poder. No lo tiene, y eso que es amiga de Letizia y podía haber sido profesora de la mismísima Leonor de Borbón y de su hermana, la infanta Sofía. Amazon Prime Video y Buendía Estudios estrenan este viernes 9 de octubre su docuserie Carolina Marín: puedo porque pienso que puedo. Y con ello salen a la luz otras caras de la andaluza, más allá de su faceta deportiva.
La andaluza, por supuesto, atesora muchos premios: aparte de los logrados como gran deportista, cuyo palmarés es descomunal, ha sido condecorada en dos ocasiones (oro y bronce) con la Real Orden del Mérito Deportivo y está en posesión del Premio Nacional del Deporte a la Mejor deportista española del año. Su filosofía se resume en una frase que se escucha, cuando alude a su objetivo, el que ella misma se puso cuando era una niña: "Quiero ser la mejor en todo".
???? Disponible en @PrimeVideoES en otoño de 2020. pic.twitter.com/rlLvyguBmB
— Atresmedia Studios (@atreStudios) August 11, 2020
Las docuseries sobre deportistas son el género televisivo de moda. En las cuatro entregas podemos seguir la vida y carrera de la campeona mundial y olímpica de bádminton, y que ha logrado que este deporte que (un fenómeno en Asia) se convierta también en un motivo de orgullo en España.
El documental cuenta con dos protagonistas: Carolina y su entrenador. La andaluza lleva 12 años con Fernando Rivas, desde que la jugadora de bádminton tenía apenas 14 años y se trasladó a Madrid. Como ella misma dice nada más empezar la primera entrega, no han faltado entre ellos "broncas" y enfrentamientos fuertes.
Carolina Marín muestra su gran sacrificio y enseña su vida más allá del éxito deportivo. También habla de la inmensa fama que tiene en medio mundo (demostrando el fenómeno que la deportista es en Asia), que se resume en una frase de su entrenador: "Carolina y deportistas como ella no tienen tiempo para tener una vida ordinaria".
Fernando Rivas, en algunos momentos de la docuserie, aparece como un controlador. "No puedo tomar decisiones, no tengo esa libertad", dice Carolina Marín; mientras una de sus íntimas sostiene que "ella tiene que pedir permiso", y otra se sorprende de que le haya permitido ir a la boda de su mejor amigo, y hasta su familia le pregunta si su entrenador le dejará acudir a un bautizo.
Grave lesión
Por supuesto, la grave lesión que Carolina Marín sufrió en la rodilla, y que trastocó sus planes para los Juegos Olímpicos 2020, vertebra parte de la historia. Fernando Rivas la ordenó (con buen criterio, a tenor de los resultados) empezar a entrenar apenas cinco días después de operarse. Su recuperación, los amables testimonios de Rafa Nadal o el de una de sus grandes rivales, la india Saina Nehwal, son algunos de los highlights de esta producción.
En lo personal, Carolina Marín admite que decidió romper el contacto con muchos de sus amigos porque no entendían ni respetaban que tenía que cuidarse hasta el extremo. Cuando la campeona disfrutó de dos días libres por la boda de su mejor amigo, frente a la opinión de su severo entrenador, la psicóloga deportiva de la jugadora de bádminton tuvo que poner paz. "Si te conviertes en una persona normal, dejas de hacer cosas extraordinarias", le contesta el entrenador. La mejor jugadora de la historia del bádminton escucha entonces el argumento de su entrenador: "No no tengo ninguna intención de controlar tu vida personal, pero mi trabajo es hacerte reflexionar sobre lo que tu ocio te puede costar. Y no lo quieres ver", le dice Rivas. Carolina Marín, tras reconocer que cuando están en buena sintonía logran todo lo que quieren, se rompe y suelta unas lágrimas.
Sin adolescencia
"A los amigos los cuento con los dedos de una mano y me sobran. Tengo muy pocos", dice en un momento d el documental la onubense. "Me he perdido muchas cosas, yo lo sé. Pero creo que ha merecido la pena, me han venido todas las recompensas que yo de pequeña soñaba", admite sin ambages.
Nacida el 15 de julio en 1993 en Huelva, Carolina María Marín Martín, es hija única y de padres separados. Su progenitor falleció este verano. "Creo que han sido los peores meses de mi vida, no se los deseo ni a mi peor enemigo. Por la situación que he tenido, y el problema personal de mi padre, he tenido que estar todos los días en el hospital con él. Momentos muy duros al límite de las emociones", explicaba en julio, cuando se produjo el deceso. La jugadora de bádminton tiene por supuesto una vida personal, a pesar de su inmenso sacrifico personal para mantener el máximo novel como deportista.
Aunque parezca que nació con una raqueta bajo el brazo, descubrió el bádminton por casualidad, cuando una amiga le invitó a una pista. Desde entonces empezó a combinarlo con otra de sus grandes pasiones, bailar flamenco. A los 12 años tuvo que elegir y se decantó por la raqueta.
Dos años más tarde, tomó una de las decisiones más difíciles de su vida: se marchó de Huelva para vivir en la residencia Blume y entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. En aquel momento conoció al que hoy sigue siendo su entrenador, Fernando Rivas. "Acuérdate de lo que me dijiste con 14 años cuando llegaste a la Blume. Acuérdate de esa niña. Una niña de 14 años me dijo lo que quería ser, este es tu sueño", le dijo su entrenador en la final olímpica para motivarla y que lograra remontar el partido.
Además de Rivas, en su equipo de trabajo también hay un optometrista, ya que el bádminton es el deporte de raqueta más rápido que existe y la visión es un aspecto clave.
En Madrid, entre entrenamiento y entrenamiento conoció el amor. El afortunado es Alejandro Carrasco, con quien vive en un piso del centro de la capital junto a sus dos perros, Thori y Suki. Él fue uno de los que más la apoyó cuando hace unos años falleció su abuelo, un varapalo muy duro que vivió a distancia y le afectó mucho.
Su ídolo, cómo no, es Rafa Nadal, con quien se asemeja por su carácter luchador y competitivo. De hecho, su lema de vida es "puedo porque pienso que puedo", precisamente el título de la serie que se emite este viernes en Amazon y que produce Buendía Estudios.
Con esta frase como carta de presentación, Carolina se ha convertido en un fenómeno de masas en Asia, donde este deporte adquiere una gran relevancia. Allí es "como Messi o Cristiano", tal y como ha comentado muchas veces la deportista.
Carolina cuida cada detalle dentro de las pistas, hasta sus gritos. "En general, a las asiáticas les influye mucho cuando les gritas porque ven que sigues ahí luchando, que no te rindes. Si no lo haces, piensan que estás apagada y se refuerzan", ha explicado en diversas entrevistas.
En el año 2014, después de haber ganado su primer mundial, la reina Letizia la recibió en palacio y le pidió su número de móvil. ¿El motivo? Letizia quería que Carolina le diera clases a Leonor y Sofia. A pesar de que finalmente la princesa y la infanta no recibieron las lecciones de la jugadora, lo cierto es que la mujer de Felipe VI apuntó a sus hijas a bádminton para que siguieran los pasos de Marín.
A pesar de todos sus éxitos, su plan ideal es bien sencillo: "Apagar el móvil, tirarme en la playa y unas gambitas de Huelva, no como otras". Fuera de las pistas, se considera "muy abierta, simpática, alegre, le encanta reírse y pasarlo bien con sus amigos". "Trato de disfrutar al máximo de mi familia, ya que debido a la distancia no puedo estar con ellos todo lo que me gustaría", ha comentado alguna vez.
Carolina no olvida su tierra natal. Es rociera y socia simpatizante del Recreativo de Huelva de fútbol. Cada medalla que conquista se la ofrece la Virgen del Rocío y cuando regresa a casa, se las pasa por el manto para que le ayude. Juega con una cadena de la Virgen del Rocío y la inicial de su nombre y pertenece a la Hermandad del Matriz de Almonte.