Luis Enrique Martínez vuelve al trabajo. La Roja lo tiene todo preparado para evitar en lo máximo posible poner en peligro la concentración de las selecciones absoluta y Sub 21, que este lunes vuelven al tajo después de nueve meses de ausencia por culpa del Covid-19. Sin haberse estrenado, el asturiano tiene que enfrenarse a varios quebraderos de cabeza y afrontar decisiones que son de su responsabilidad. La Roja ya ha sufrido el primer sobresalto con el positivo de Mikel Oyarzabal. Una de las primeras dudas de Lucho la ha resuelto remplazándolo por Gerard Moreno. El gijonés tiene fuerza a pesar de todo.
Este fin de semana, a un año de la muerte de la pequeña, el seleccionador escribió un simbólico tuit como homenaje a la pequeña. El exfutbolista y actual seleccionador nacional publicaba el emoticono de una estrella acompañada de dos estrellas azules, y sus seguidores han querido expresar lo mismo como homenaje para la pequeña como ya hicieran el pasado año. Uno de ellos ha sido Carles Puyol, que expresó su afecto por el entrenador y por su familia en un día tan complicado.
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— Selección Española de Fútbol (@SeFutbol) August 29, 2020
Su hermana Sira también ha dedicado palabras de afecto para Xana utilizando su perfil privado en Instagram. Junto a ocho fotografías recordando algunos momentos que serán para siempre inolvidables, Sira escribió: "365 días iluminándonos desde el cielo. Te echo de menos".
Ha pasado un año
Tras cinco meses de lucha, en donde el seleccionador nacional de fútbol, lo dejó todo y lo dio todo para estar con su hija en la enfermedad, llegó la peor de las noticias. El asturiano y su familia, en una nota llena desgarrada, llena de amor y coraje, se refirió a la pérdida de su hija, de tan solo de 9 años. Ahora que se ha cumplido un año de la tragedia y el seleccionador vuelve al trabajo, se ha acordado de su pequeña con un detalle tan simple como hermoso.
El asturiano está trabajando al cien por cien, aunque nunca será el mismo. A sus 50 años, sigue adelante gracias a sus hijos y a su mujer, Elena Cullell. Junto a ella comunicaba aquel 29 de agosto de 2019 la muerte de su hija Xana, a causa de un cáncer de huesos. Para afrontar la tragedia, ambos, cuyo pilar ha sido siempre la familia, se apoyaban el uno al otro y junto a a sus otros hijos, lloraban la ausencia de la pequeña.
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El asturiano y Elena Cullell contrajeron matrimonio el 27 de diciembre de 1997. Él, un futbolista famoso de calidad contrastada, rápido, con mucha garra, que llegó al Real Madrid procedente del Sporting de Gijón, el equipo de su tierra, y que terminó en el Barcelona, traslado que la afición madridista no le ha perdonado todavía. Ella, una de las tres hijas de Francesc Cullell, peletero del Baix Llobregat, que estudió Económicas, que nunca ejerció y que conoció al jugador cuando trabajaba como azafata de tierra.
Fue un flechazo. Se casaron ante dos centenares de invitados en la basílica de Santa María del Mar y tuvieron tres hijos: Pacho, que hoy tiene 21 años; Sira, 20, y Xana, la pequeña, que falleció con 9.
Después de colgar las botas en el Barcelona, Lucho se tomó un año sabático y se fue a Australia a practicar uno de su deportes preferidos, el surf; pero también el running. Quien fuera internacional con España en 64 ocasiones practica el deporte con pasión e igual se inscribe en un iron man que en un triatlón que en la Quebrantahuesos. Es un atleta y se mantiene como si continuara jugando al fútbol en la élite.

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Tras la aventura australiana, el Barça le fichó para que entrenara al B. Ahí empezó su carrera en el banquillo, donde lo descubrió la Roma. El paso fue de gigante y no dio los resultados esperados. No obstante, al término de esa temporada nefasta en el Calcio, regresó a España y le contrató el Celta, al que terminó clasificando noveno en LaLiga. En 2014 el Barcelona le echó el lazo. No costó demasiado convencerle. "Me cuesta mucho vivir lejos de mi familia", confesó entonces. Cuando estaba en Vigo vivía a caballo entre la ciudad gallega y la Condal. El matrimonio desestimó la mudanza para no cambiar a los hijos de colegio.

Junto a Elena, sus hijos son los pilares de Luis Enrique. En las tres temporadas que pasó en el banquillo del Barça ganó dos Ligas, tres Copas del Rey, una Supercopa de España, una Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes. El último año, 2017, 'solo' conquistó la Copa y aunque acabó segundo en el torneo liguero, eso le costó la renovación. Fue como si el histórico triplete del primer curso no hubiese existido. No fue un drama para él, solo un lapsus en su carrera. En 2015 le nombraron Mejor entrenador del mundo y su reputación y sus éxitos le convirtieron en el octavo técnico mejor pagado del planeta fútbol. Cobraba 7,5 millones netos por temporada, suma a la que añadía las primas por objetivos alcanzados (títulos), total, unos diez millones anuales netos.
Luis Enrique, como tantos y tantos triunfadores en el fútbol de altísima competición, amasó una pequeña fortuna de la que no distrajo un céntimo en aventuras inmobiliarias ni en inversiones de esas que, según dice el camelador de turno, convierten el plomo en oro. Lucho es un hombre austero que vivía para su familia, para el fútbol y para apuntarse de cuando en cuando en alguna de esas pruebas atléticas que exigen una fortaleza enorme a quienes las practican. Y en ese estatus lo encontró Rubiales, el presidente de la Federación, quien le entregó las riendas de la selección española después de la tocata, la fuga y el despido de Julen Lopetegui, a pocas horas del comienzo del Mundial de Rusia, y de que Fernando Hierro se inmolara al aceptar el encargo de sustituir a quien clasificó a España para el campeonato.

Tenía ofertas económicamente despampanantes de la Premier, pero aceptó la que le hizo Rubiales por dos temporadas, a millón y medio de euros cada una de ellas. El dinero no era un problema, para Luis Enrique el dinero no lo es todo, y aceptó el reto. Empezó bien y sufrió el primer traspié cuando España cayó eliminada de una novedosa competición, la Liga de las Naciones, en la que comenzó con arranque de pura sangre y terminó con parada de mulo. Después, tras el tropezón, llegó el principio del drama cuando la selección iniciaba la clasificación para la Eurocopa de 2020.
Finales del mes de marzo del año pasadoi, España visitaba Malta. Un partido fácil que el seleccionador no pudo dirigir porque la víspera tuvo que salir a toda velocidad hacia Barcelona. "Un problema familiar", dijeron en la Federación, que frente a la insistencia de quienes preguntaban, se 'extendía' en la explicación: "Un problema familiar muy delicado". Tenía que serlo para abandonar la concentración deprisa y corriendo.
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