"Se me apagó la vida". La frase de Ana resume el desgarro de la madre que ha perdido no solo a su único hijo sino todo. Una etapa nueva y trágicamente distinta comienza ahora para Ana Obregón. Pero, aún devastada y sin Álex, a quien se ha dedicado en cuerpo y alma durante sus años de lucha contra el cáncer, la actriz no está sola, tiene a su familia, a sus amigos y los recuerdos de su hijo.

Nada será igual en la casa de La Moraleja en la que creció Álex, en la que se bañó, y sonrió, e hizo las trastadas de crío, las fiestas de adolescente... Durante el resto de su vida, Ana respirará en ese hogar que fue de su hijo, el aire que Álex respiró. Le verá en todas partes, aunque cierre los ojos, le verá en las fotografías enmarcadas, en las ventanas que dan al jardín, en la cocina, en su dormitorio aterradoramente vacio pero repleto de miradas ausentes, de sonrisas, de olores a Álex, de recuerdos y de casi 28 años de pura vida.

"Mi luz y mi centro"
Le queda a Ana su recuerdo, el recuerdo de un joven lleno de energía, emprendedor y vitalista como su madre. Nadie mejor que el padre de Álex para describir el recuerdo que queda de su hijo. "Te sacaré del peligro, pero mientras tanto recuerda que eres y siempre serás mi luz y mi centro. Es el mayor honor ser tu padre. Dios te bendiga Álex", escribió Alessandro Lequio.

Ana, que cumplió en marzo 65 años, estaba en guerra. La suya ha sido una batalla constante contra la enfermedad de su único hijo, Álex Lequio. La actriz y presentadora sabía desde hace algunas semanas que perdería la contienda y con ella a lo que más quería, y dejó a un lado su faceta artística para exprimir los últimos instantes de vida de la criatura que trajo al mundo en junio de 1992 y que desde el pasado 13 de mayo no está entre nosotros.

"Se me apagó la vida"
Antes del fallecimiento de Álex, Ana sacaba fuerzas no sabemos de dónde para sonreír y para mostrar al mundo entero el positivismo y la vitalidad que quería mostrar a su hijo por si en algún momento la escuchaba o la veía. Pero enmudecía el miércoles poco antes de las tres de la tarde, al conocer el desenlace.

Desde entonces, su sonrisa es un llanto, un intento de agradecer el apoyo y el cariño que ha recibido pero es una sonrisa que desgarra a quien la ve porque debajo de esa mueca complaciente y bienintencionada de Ana está su frase más espontánea: "Se apagó mi vida", dijo, cuatro palabras que ni el más hábil juntaletras de la Tierra hubiera acoplado mejor para describir lo que sufre Ana.

Álex falleció sin remedio y víctima del cáncer que padecía tras un tiempo ingresado en la Clínica Quirón de Barcelona. Los últimos días de Ana Obregón junto a su hijo fueron sostenidos por el apoyo de Alessandro Lequio, destrozado también, y quien mejor conoce el dolor de la madre que ha perdido lo que más quería. Pero Ana se sostuvo sobre todo por su férrea voluntad de despedir entera, sin derrumbarse, a su amado Álex. Ana había ensayado su mejor sonrisa ante Álex, para Álex, de pie junto a él. Por si la miraba.

Pasar el duelo
Ahora necesita vivir su duelo, pasar el duelo que no acabará nunca del todo. Descansar físicamente, llorar en soledad, asimilar que ha enterrado a su hijo después de darle este sábado su último adiós en el tanatorio de La Paz, al norte de Madrid, en una mañana de primavera terrible, de estado de alarma, con limitaciones obligadas por la pandemia.

La novia de Álex
Una de las personas a las que se ha unido mucho Ana, familia aparte, ha sido la novia de Álex Lequio. Carolina Monje representa para Ana el puerto de desembarque de los últimos amores que sintió su hijo. La joven está también rota tras perder a su querido Álex: "Te amo por y para siempre", decía en una desgarradora pero muy ilustrativa despedida que nos da una idea de cómo se ha roto por dentro. Ana Obregón cuenta también con sus queridas sus hermanas, Celia y Amalia García Obregón. Ambas viajaron hasta Barcelona para estar junto a Ana en los minutos finales de Álex.

De nuevo este sábado, en el cementerio de Tres Cantos, volvieron a ejercer de pilares para su hermana. En el camposanto asistieron al entierro Ana Obregón, Alessandro Lequio y Carolina Monje pero además de ellos, bajo el aséptico sol azul, verde, gris y sobre todo muy negro del tanatorio había mucho amor y compasión que les entregaban, acaso con sus miradas bajo las máscaras, las personas allegadas, a los desconsolados padres y novia de Álex.
