Michael Robinson, uno de los rostros más importantes del periodismo deportivo español, ha muerto este martes a los 61 años tras una batalla de más de un años contra el cáncer, enfermedad que le detectaron a finales de 2018. El fallecimiento del periodista británico es un tremendo varapalo para su mujer, Christine, y sus dos hijos.
"Con tremenda tristeza os comunicamos el fallecimiento de Michael. Nos deja un gran vacío, pero también innumerables recuerdos, llenos del mismo amor que le habéis demostrado. Os estaremos eternamente agradecidos por haber hecho a este hombre TAN FELIZ, nunca caminó solo. Gracias", dice la familia del comentarista y ex futbolista desde la cuenta de Twitter del propio Robinson.
Con tremenda tristeza os comunicamos el fallecimiento de Michael. Nos deja un gran vacío, pero también innumerables recuerdos, llenos del mismo amor que le habéis demostrado. Os estaremos eternamente agradecidos por haber hecho a este hombre TAN FELIZ, nunca caminó solo. Gracias
— Michael Robinson (@michaelrobinson) April 28, 2020
Pero desde el entorno del ex futbolista del Liverpool y de Osasuna nos dicen que les quedan infinitos recuerdos, porque "Michael era sobre todo un gran amante de la vida", repiten. A su familia le queda ese consuelo y saber que quien fue hijo, padre y marido, y abuelo, además de una de las voces esenciales del fútbol español, cumplió antes de irse algunas de sus más importantes ilusiones.
"Pudo ver a su padre, hincha del Leicester (patria chica del comentarista) disfrutar después de ver ganar a su equipo una Liga". Efectivamente, el otro señor Robinson tuvo tiempo de gozar cuando el Leicester City Football Club ganó la Premier League en 2015-16, por primera vez en sus 132 años de existencia, solo dos años después de ascender de la segunda división.
Otra gran ilusión de Michael era su Liverpool, donde jugó además de en Osasuna y en la selección de la República de Irlanda, porque su madre era irlandesa. Y además Michael narró su último partido Anfield, con su Liverpool, contra el Atlético de Madrid. Perdió pero este año iba arriba con gran ventaja (hasta que llegó el confinamiento por el coronavirus).
Otra ilusión cumplida de Robinson era la llegada de su nieta porque Michael era abuelo a sus 61 años, y logró ver la cara de la pequeña. Tuvo tiempo también de disfrutar de la casa de Marbella que se había comprado, al lado de la playa...
Metástasis pero no sufrimiento
Ya hace meses, después de octubre, casi todo su entorno conoció el diagnóstico terrible que anunciaba el fin de la batalla contra el melanona. Un amigo de toda confianza de la familia recuerda con gran tristeza que a la familia le comunicaron que tenía metástasis en el cerebro, en varios sitios. "Entonces llamaron a su hermana, de Australia, para que viniera, y nos dimos cuenta de que se iba sin remedio", relata devastada nuestra fuente. "Pero Michael no sufrió, no pasó dolores", nos dicen. "Le recordaremos con esa sonrisa que siempre tenía en el rostro y que era tan contagiosa como sus ganas de hablar, su amor las personas y a la conversación".
Familia
Durante su vida y, especialmente en la lucha contra el cáncer, su esposa y sus dos hijos fueron sus grandes apoyos. Robinson y su esposa se conocieron cuando él jugaba en la Premier League. Tras pasar por varios equipos, su gran éxito llegó como delantero del Liverpool. El conjunto británico ganó la Champions League y Michael ha recordado en ocasiones lo que él mismo y su mujer vivieron al dejarse olvidada la Copa de Europa.

"El trofeo pesa mucho. La noche fue muy larga y nos íbamos turnando: los irlandeses, luego los escoceses, los casados, los solteros, cada matrimonio... Mi mujer y yo nos encargamos de la Copa desde el hotel al avión. Pasamos por el duty free y paré a comprar tabaco a mi madre. Cuando me senté en el avión, Souness me preguntó por la Copa. Fue el sprint más rápido de mi carrera. Me la había dejado encima de la caja registradora", contó Robinson.

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En 1987, su vida dio un vuelco de 180 grados cuando se marchó a España para enrolarse en las filas del Osasuna. A su lado, Christine, por supuesto. Fue su último equipo. En 1989, anunció su retirada. Pese a lo feliz que fue en Pamplona, el presentador no perdona algo que pasó con su hijo años después de colgar las botas, en su regreso a la que había sido su casa en tierras navarras.
"Años después, cuando volví a El Sadar como comentarista de la Liga para Canal+, pedí al gerente del club si mi hijo, de 7 años, podía saltar al campo con el capitán del Osasuna y su camiseta roja. Cuando el niño estaba en el túnel para salir de la mano de Iñaki Báñez, el delegado les separó e impidió a mi hijo saltar. Yo no sé qué diablos hice tan mal para que me tengan tanta manía, para inclusive hacerle eso a mi hijo. A mí pueden machacarme, pueden dejarme cojo, ¿pero hacer eso a un niño de siete años? No he sido capaz de perdonárselo", contaba en el Chester de Risto Mejide.

El final de su etapa como futbolista se convirtió en el principio de su recorrido en la televisión, un camino que le ha convertido en uno de los periodistas deportivos más destacados de nuestro país con programas en su haber tan exitosos como El día después o Informe Robinson.
Con el paso de los años, Robinson y Christine fueron formando una bonita familia con dos hijos, un chico y una chica. Ella, precisamente, sufrió el susto de su vida en junio de 2017 al vivir in situ el ataque terrorista al Puente de Londres. La joven, aterrorizada, mandó mensajes a sus padres pero, al ser de madrugada, no los vieron hasta por la mañana. "Menos mal que mi mujer y yo estábamos ya en a cama y no fuimos conscientes de lo que no estaba mandando, porque si no, me habría llevado un susto de muerte y no habría sabido cómo reaccionar", recordaba el periodista días después de aquello. Por fortuna, la hija de Robinson salió indemne y todo quedó en un gran susto.
Ahora viven su momento más duro tras la pérdida del periodista, cuyo recuerdo permanecerá en la memoria de todos los amantes del fútbol. DEP.
