Fue la gran ilusión de su vida y también su ruina. Hoy, Miguel, Lucía y Paola, los hijos de Lucía Bosé, no saben qué hacer con la única herencia que les queda de su madre, fallecida hace dos semanas a los 89 años, víctima del coronavirus: un museo monotemático, con unos 90 cuadros y esculturas dedicados íntegramente a representar ángeles, un proyecto al que la matriarca del clan dedicó mucho esfuerzo y toda su fortuna. "Porque esos seres de luz nos protegen y nos acompañan. Ellos siempre están ahí", decía.
Y en el año 2000 consiguió hacerlo realidad. El lugar elegido fue el pueblecito segoviano de Turégano, donde la que fuera esposa de Luis Miguel Dominguín tenía una pareja de amigos artistas que la convencieron para comprar una antigua fábrica de harina de 2000 metros cuadrados.
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La remodelación del edificio le costó a Lucía 600.000 euros, una fortuna que procedía de la venta (a su hijo Miguel) de la mansión de Somosaguas, donde vivió el matrimonio Dominguín-Bosé con sus tres hijos. Lucía se quedó con la mansión al divorciarse "El Torero", como ella llamaba a su ex marido y padre de sus hijos.
La ilusión de Lucía por reunir a esos ángeles fue más fuerte que algunos comentarios que corrían por entonces. Como el que se atribuía al párroco del lugar que no quería ver su iglesia "llena de maricones", ya que en el templo era donde, de entrada, estaba previsto ubicar el museo. O las sospechas (o certezas) de la familia, de que a la matriarca del clan la habían engañado en la cuantía de las obras.
Todo siguió adelante y la inauguración en el año 2000 fue una gran fiesta a la que no faltaron los tres hijos Bosé, artistas amigos de la familia y gente de la sociedad de Madrid. Música, cena y recorrido por la exposición, en la que se podían admirar, entre otras, obras angelicales, una vidriera gótica, 20 cuadros de ángeles pintados por Ginés Liébana, una obra de Rafael Alberti, ángeles de Eduardo Úrculo, el láser, regalo de Mecano que proyectaba un arcángel. Y también el ángel que ilustraba el disco de Miguel Bosé Bajo el signo de Caín.
Pero el museo no funcionó. Turégano está lejos de Madrid, a 34 kilómetros de Segovia, el pueblo vive de la cría de ganado porcino y Lucía se quejaba de que por allí "olía a cerdo y había unos moscones enormes en verano", como ella llegó a contar una vez a Informalia. El museo cerró siete años después de aquella brillante kermesse cultural. La mamma Bosé se quejaba de que la Junta de Castilla-León no la había ayudado, que le faltaron apoyos. "No ha ido bien, no me han entendido. El museo está cerrado, pero está vivo", declaraba en una entrevista a la televisión segoviana."Espero que algún día a alguien le pueda interesar y volvamos a abrirlo. También se puede hacer otro museo distinto, en otro país".
La familia puso el edificio a la venta, pero nadie se ha interesado por un caserón al que no se le puede sacar ninguna rentabilidad en un pueblo de 900 habitantes, dedicados a la cría de cerdos. También pensaron los Bosé- Dominguín en trasladar a los ángeles a otra localidad, una ciudad con vida cultural, más fácil de visitar. O incluso a otro país, como México, donde ahora vive Miguel Bosé con sus dos hijos mayores. Pero todo eso cuesta una fortuna de mantener y ni Lucía hija o su hermana Paola, que vive en la casa de su madre, en Brieva, a pocos kilómetros del museo, están en condiciones de asumir esos gastos.
Su madre, solo les ha dejado ese caserón, cuyo mantenimiento es costoso y puede acabar cayéndose a pedazos. Lucía iba de vez en cuando a recorrer el museo. "¡Qué lujo, tengo un museo privado para mi sola!", decía. Y es que no perdía la esperanza de que sus ángeles hicieran por fin el milagro.
