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La crueldad del emir de Dubái con sus mujeres: "Mohamed es cualquier cosa menos un hombre fácil"

La princesa Haya de Jordania, la sexta esposa del emir de Dubái, decidió huir del país a principios de mayo, en pleno mes sagrado del Ramadán, llevándose consigo a sus dos hijos, menores de edad. Llevaba en paradero desconocido desde el pasado 20 de mayo. Más tarde se supo que se había refugiado en Londres por temor a que su todavía marido el emir de Dubái (vicepresidente y primer ministro de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y máxima autoridad de Dubái) le quitase a sus hijos.

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Ahora, la hermana del rey Abdalá II, que se fugó con un maletín en el que portaba cerca de cuatro millones de euros, está gestionando desde la capital británica un mediático y multimillonario divorció que se prevé largo. Pero ésta mujer no es la primera que se enfrente al todopoderoso jeque. En la vida de Mohamed Bin Rassih hay otras mujeres que han padecido sus despóticas órdenes y se han visto obligadas a huir del país. Su primera mujer ha explicado su titánica lucha por ver a su hija en el británico Sunday Times.

Su primera mujer tenía 16 años

Al-Banna conoció al emir cuando tenía 16 años y él 23, en 1972, y acababa de dejar su escuela de Beirut. Ella había sido expulsada de su colegio de monjas por preferir salir de fiesta a bailar los Bee Gees a los rezos. La boda llegaría pronto y dos años después nació su hija Manal, que ahora tiene 42 años. Sus primeros años de matrimonio fueron dorados, una época "con aviones privados, champán y fiestas en Londres" que terminarían en un auténtico calvario, según cuenta en la citada entrevista.

Hasta ahora no se había atrevido a hablar, pero los recientes acontecimientos, el verse tan identificada con lo que está viviendo la princesa Haya, han hecho que conceda una entrevista en la que desvela los castigos que le infringió su ex marido por haber osado pedir el divorcio: fue expulsada del emirato y le prohibieron ver a su hija, que entonces tenía cinco meses. Ante sus ruegos, el emir le prometió en repetidas ocasiones que le llevaría a la niña a Beirut o a Londres, pero nunca cumplió su palabra. Después, Mohamed bin Rashid ordenó un decreto por el cual ya no puede volver a entrar en el país. "Soy una amenaza para la seguridad puesto que soy la madre de su hija", afirma irónicamente. Y la niña creció alejada de su madre, tanto que Randa no pudo acudir a su boda, en 2005, aunque lo intentó. Una mano oscura se movió para impedírselo. Antes de volar a Dubái desde Beirut, un hombre la atacó con un bate de béisbol, le rompió cuatro vértebras y le causó una herida en la cabeza para la que necesitó 27 puntos de sutura. Randa tampoco conoce a sus cinco nietos, los hijos que ha tenido su hija, que ahora tiene 42 años, con el jeque Mansour, vice primer ministro de Emiratos Árabes Unidos.

La libanesa, que describe a su ex marido como un hombre muy terco y nada fácil, "Mohamed es cualquier cosa menos un hombre fácil. De verdad que no lo es. Es muy terco, difícil y restrictivo" prepara además unas memorias de su vida y de su padecimiento durante tantos años. Explica que decidió huir de la corte porque no soportaba a su entonces marido. Al emir cada vez le gustaba menos que ella tuviese "valentía al hablar" y ella, que había descubierto una posible infidelidad de su marido mientras estaba embarazada, decide pedirle el divorcio y renunciar a todo. "Yo lo perdí todo: perdí a mi familia, perdí mi hogar, perdí a mi hija y perdí mi dignidad y mi orgullo. Pagué el alto precio del amor", reconoce dolida.

Pero no fue su único calvario. Durante la guerra civil libanesa (de 1975 a 1990) fue secuestrada y obligada a casarse con el líder de la milicia que la retenía. Fue una etapa "tormentosa, con mucha violencia". Dio a luz a dos hijos con él, pero tras la contienda reveló a las autoridades su paradero para que lo arrestaran. Desde entonces vive en Italia, donde, increíblemente, el emir de Dubái le dio dinero para poder pagar los abogados matrimoniales para que se pudiese divorciar del milico. Ahora, a los 64 años, trata de recuperarse de los malos tratos padecidos y clama ser escuchada.

Sus hijas también huyeron del emir

La fuga de Haya de Jordania no ha hecho otra cosas que poner de manifiesto la cruda realidad de las mujeres, ya sean ricas o con bajos recursos, en países del golfo Pérsico, como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos. Antes que ella, otras princesas también huyeron. No tenían alternativa si querían escapar de las redes de un poderoso patriarcado donde las mujeres, por mucho que ya puedan conducir y votar, siguen subyugadas.

Las otras princesas de la familia de Mohamed bin Rashid, las hijas de emir, también trataron de poner sus pies en polvorosa, pero fracasaron. Primero lo intentó Sheikha Shamsa al-Maktoum, hace 19 años cuando se escapó de su casa en Surrey. La joven, hija de una de las "esposas menores" del jeque era, según las informaciones de la época, una "testaruda" y anhelaba un "estilo de vida occidental". Un buen día se montó en un Range Rover en su finca de Surrey, condujo hasta Chobham Common y después salió corriendo. Pero la encontraron unas semanas después y la devolvieron a Dubái. Desde entonces, Shamsa no ha vuelto a ser vista en público. Una investigación policial, que nunca llegó a ninguna parte, sostenía que Sheikha Shamsa fue encontrada en Cambridge y secuestrada en plena calle para enviarla de vuelta al Golfo en un jet privado.

Dieciocho años después, en febrero del 2018, intentaría huir Sheika Latifa, hermana menor de Shamsa. Protagonizó una huida de película en un yate, pero fue capturada gracias a una gran operación naval que, según sostenía The Times, fue supuestamente coordinada por la India y los Emiratos Árabes Unidos frente a las costas de Mumbai. Pero Latifa consiguió grabar un vídeo en el que se catalogaba como una "prisionera" de Dubái. Latifa ya lo había intentado siendo adolescente y denunció un trato cruel tras ser detenida: "me metieron en la cárcel y me torturaron". Tampoco esta vez tuvo suerte.

La princesa Haya alega en la disputa con su marido que, el "haber sabido de hechos inquietantes", sobre lo ocurrido con Latifa, la llevó a tomar la decisión marcharse.

Un régimen medieval

El amor entre Mohamed y Haya surgió en 2002 durante el transcurso de los Juegos Ecuestres Mundiales celebrado aquel septiembre en Jerez de la Frontera. "Ya nos conocíamos, pero allí ocurrió el flechazo. Resulta increíble entenderse con alguien sin necesidad de hablar", confesó en una entrevista citada por Vanity Fair. Dos años después, la pareja contrajo matrimonio en una ceremonia privada ante una reducida audiencia en Amán. El enlace catapultó su fama. Ella, que había representado a Jordania en los juegos olímpicos de 2000 en Sidney, llegó a presidir la Federación Ecuestre Internacional. Él, en cambio, es el dueño de Godolphin, un establo del que han salido ejemplares que han vencido en más de 5.000 carreteras alrededor del planeta. El suyo había sido un cuento de hadas, con declaraciones públicas mutuas de amor. La pareja, que ha inculcado el amor ecuestre a sus herederos, Jalila, de 11 años y Zayed, de siete, posee tres fincas en Extremadura dedicadas a la cría de caballos y usadas también como residencia. Se les ha visto en ocasiones aterrizando a bordo de su jet privado en unos dominios que forman un pequeño porcentaje de un patrimonio multimillonario, repartido por el planeta.

Roto el hechizo, la batalla entre el emir de Dubái, Mohamed ben Rached al Maktoum y su sexta esposa, la princesa Haya Bint al Husein, de 45 años, es más que una disputa conyugal entre billonarios por la custodia de los hijos. El caso presentado en el Tribunal Superior de Londres amenaza con volver a sacar a la luz los métodos del tenebroso régimen de represión medieval que rigen en la corte dubaití, que controla con mano de hierro el emir de 70 años, padre de 23 hijos con diferentes mujeres.

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Desde su llegada en secreto a Londres, Haya, hija del fallecido rey Hussein de Jordania, educada en Inglaterra y licenciada por la Universidad de Oxford, permaneció recluida en la mansión que ella misma adquirió en el 2017, una de las más costosas de la capital. La vivienda (de 85 millones de libras esterlinas, unos 95 millones de euros, que la princesa adquirió al magnate indio Lakshmi Mittal en 2017), se halla en las proximidades del palacio de Kensington, en uno de los vecindarios más exclusivos de Londres. La reveladora petición presentada por la princesa ante la justicia es una orden para proteger a su hija de un matrimonio forzado. También reclama una orden judicial para no ser molestada. De acuerdo con el corresponsal para asuntos de seguridad de la BBC, Haya teme ser secuestrada y obligada a volver a Dubái.

Conscientes del nivel de la disputa, ambos cónyuges se han hecho con los servicios de los mejores abogados que el dinero puede comprar. Mohamed estará representado por Helen Ward, la apodada "gran dama de los divorcios" por haber lidiado en las rupturas de Madonna o Bernie Ecclestone. La cuñada de Rania ha contratado a Fiona Sara Shackleton, la baronesa Shackleton de Belgravia, una letrada conocida como "la magnolia de acero" por su mezcla de firmeza y encanto en los procesos de divorcio en los que ha intervenido representando a miembros de la familia real británica y artistas como Paul McCartney.

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Comentarios 2

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Y todavía habrá mujeres dispuestas a cargar con semejante maromo?..... Ni con todos los petrodolares!!!!!

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TTT
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Donde están las feministas ! porque no vais a allí a defender a las mujeres, aquellas no se lo merecen ?

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