Son más de 3.000 asistentes los que están en la cumbre económica de Davos, que este año cumple su 50 aniversario, incluyendo a las máximas autoridades políticas y jefes de Estado de 53 países y a una nutrida representación de los altos cargos del poder económico mundial. Entre ellos, 20 españoles. La más veterana, una mujer: Ana Patricia Botín, la presidenta del Banco Santander y que según Forbes es la octava mujer más poderosa del mundo. La gran ausencia: los Reyes de España.
Los líderes nacionales
Ana Patricia Botín se presentaba ante los españoles como una mujer preocupada por los efectos del cambio climático en el programa del aventurero Calleja que vimos hace unos días en televisión. Allí conocimos lo que piensa: "Hay gente que cuestiona el cambio climático y es un error, porque no nos va a dar tiempo a adaptarnos. Lo que está pasando es un horror. Hay que pasar a la acción, cambiar hábitos y comenzar a cambiar esta tendencia", decía. La presidenta del Banco Santander mostraba también su faceta más familiar. Habló con orgullo de sus tres hijos (33, 32 y 28 años) y de su marido, Guillermo Morenés, que la acompañó en su viaje a Groenlandia, con el conductor de Planeta Calleja.

Además de Ana Patricia Botín, en Davos destacan otras dos mujeres españolas: las hermanas Sabina (en la foto) y Gloria Fluxá, directivas de Iberostar, el grupo de más de 32.000 empleados que ha hecho del turismo sostenible su bandera. Ésta última fue nombrada en 2018 como una de las Jóvenes Líderes Globales (Young Global Leaders) a tener en cuenta, la única española de la lista. Formada en Estados Unidos, estudió Administración de Empresas en Villanova University, en Pennsilvania, un centro privado católico perteneciente a la Orden de San Agustín en el que también estudiaron Jill Biden, esposa del anterior vicepresidente estadounidense. La saga corporativa de los Fluxà se remonta a 1877, cuando Antonio Fluxà, artesano zapatero, emigró a Inglaterra para observar el modelo británico de producción del calzado. Ya de vuelta en Mallorca, empezó a fabricar complementos de piel junto a un grupo de artesanos de Inca, en la isla, y menos de 20 años después ya poseía 11 talleres y cinco fábricas de piel. El nombre con el que bautizaron su primera marca, Lottusse, era el nombre de una de las máquinas que se había traído de Reino Unido.

Y siguiendo con el poder económico, encontramos nombres tan conocidos como Carlos Torres, presidente del BBVA y a los líderes de las empresas energéticas del Ibex 35 como, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, Francisco Reynés Massanet por Naturgy, o José Manuel Entrecanales Domecq, el presidente ejecutivo de Acciona, que acude con uno de los mayores expertos en renovables de nuestro país, Rafael Mateo Alcalá, el CEO de Acciona Energy. Josu Jon Imaz, el histórico del PNV, que encabeza Repsol desde 2014 es otro de los asistentes, junto al presidente de Ferrovial durante los últimos 20 años, Rafael del Pino. Otro nombre importante de muy distinto calado es el de Enric Sala, el profesor que un día dejó la academia para dedicarse a explorar para National Geographic en busca de algún modo de salvar el planeta.
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Por parte del poder político y por segundo año consecutivo, han asistido el presidente Pedro Sánchez y la vicepresidenta económica Nadia Calviño, y este año se ha unido la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Su presencia obedece a una sintonía europea: parte del papel de la Unión Europea en Davos es presentar el Plan Verde de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en el que se espera que la movilización del dinero público invite al dinero privado hasta conseguir una cifra mágica: un billón de euros. Todos los esfuerzos de España en Davos estarán ahí. Este año, por ejemplo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tiene reuniones acordadas con Satya Nadella, el revitalizador de Microsoft (que ha vuelto a ser la primera empresa en valor bursátil del planeta), o el actual rostro visible de Facebook, Sheryl Sandberg.

De momento, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, defendía este miércoles en Davos una "justicia fiscal" que mediante los impuestos ayude a la redistribución de la riqueza. También ha defendido la "robustez" de la economía española, ha asegurado que su Gobierno ejerce el "rigor fiscal". "Estamos comprometidos con la reducción de la deuda y el déficit para crear confianza en los agentes económicos", ha señalado. Dos semanas después de conformar su Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos, el presidente ha recalcado que será un Gabinete "comprometido con el futuro y con la sociedad. Y centrado en el crecimiento "inclusivo" y en la protección de los "más vulnerables" y que "resuelva el fracaso del neoliberalismo", de forma que no permita que el progreso económico se haga "a expensas de los seres humanos". Y ha hablado de la necesidad de un salario mínimo que garantice a los ciudadanos quedar fuera de la pobreza.
La Monarquía española, la única que no asiste
Moncloa no cesa de repetir que no existe ninguna fricción con Zarzuela, pero los hechos son tozudos y la Monarquía española es la gran ausente del Foro internacional. El príncipe Carlos de Inglaterra ha pronunciado uno de los discursos inaugurales y participa en diversos paneles para escenificar el compromiso del Reino Unido con el comercio sostenible y la lucha por el cambio climático. La reina Máxima de Holanda, como todos los años, asiste junto al primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte. La consorte no representa sólo a su país, sino que mantiene numerosas reuniones de trabajo en calidad de asesora especial del secretario general de Naciones Unidas. Los reyes Felipe y Matilde de Bélgica tampoco se pierden tan importante cónclave. Da la casualidad de que varios de los miembros de la realeza que asisten a Davos, como el príncipe de Gales o el rey de los belgas, se trasladaban desde allí el miércoles a Jerusalén para participar en los actos que Israel ha organizado con motivo del 75º aniversario de la liberación de Auschwitz, a los que sí asiste don Felipe. Ésa ha sido la excusa del Ejecutivo para la ausencia de nuestro monarca.

El rey Felipe se estrenó en la cumbre suiza en 2018, cuando pronunció un discurso que tuvo enorme repercusión porque hizo una cerrada defensa del ordenamiento constitucional ante el desafío independentista en Cataluña. Un año después acudió a Davos solo el presidente Sánchez, igual que esta vez. En 2019, la ausencia de la Corona ya contrastó con la participación en las jornadas de trabajo del príncipe Guillermo de Inglaterra, de los monarcas belgas, de la reina de Holanda, del príncipe Alberto de Mónaco, del príncipe regente de Liechtenstein, del heredero de Noruega Haakon... Casi todas las dinastías europeas se codearon con otros mandatarios internacionales y con representantes de otras monarquías del mundo, como las de Arabia Saudí, Jordania o Emiratos.
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¿Qué hacen en Davos?
Además de los españoles, asisten al Foro el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la canciller alemana, Angela Merkel o las máximas dirigentes del BCE, Christine Lagarde, y del Banco Mundial, Kristalina Georgieva. Junto a ellos, perfiles tan variados como el de la activista sueca Greta Thunberg, la antropóloga Jane Goodall, el multimillonario inversor George Soros, el cantante de U2, Bono, o el fundador de Huawei, Reng Zhengfei. Este año, además, Davos cuenta con Sanna Marin, primera ministra en funciones de Finlandia, quien con 34 años es la más joven del mundo en ocupar dicho cargo. Y la estrella de Bollywood, Deepika Padukone, quien está en la cumbre para hablar sobre su batalla contra la depresión. Una ausencia destacada es la del presidente ruso Vladimir Putin, que no viaja a Davos desde 2011. Y la delegación iraní, encabezada por su ministro de Exteriores, Javad Zarif, ha cancelado su visita a Davos tras el ataque estadounidense que mató al comandante Qasem Soleimani. Pero ¿para qué es este evento jet-set?

Lanzado en 1971, el Foro tiene como objetivo "mejorar el estado del mundo". Celebrada todos los años en el pueblo alpino de Davos, la conferencia pone en la misma sala a los líderes de los negocios y a los jugadores clave de la política, la filantropía y la academia. Muchos aprovechan el evento para celebrar reuniones privadas sobre temas como la inversión en sus países, y también como una oportunidad para hacer negocios. Las figuras de alto perfil a menudo lo usan para influir en la agenda global, como por ejemplo hizo el año pasado el príncipe Guillermo de Inglaterra, con su discurso sobre salud mental, o las advertencias severas de David Attenborough sobre el medio ambiente.
¿Por qué en Davos?
Davos es una pequeña ciudad de poco más de diez mil habitantes, situada en los Alpes suizos y la de mayor altitud de Europa, que alberga una de las mayores estaciones de esquí de Suiza. Su peculiar ubicación ha facilitado que el encuentro se haya podido llevar a cabo manteniendo lejos las manifestaciones y protestas, a diferencia de lo que sucede con las reuniones del G20, por ejemplo.

En 1971, un profesor de Universidad de Ginebra, Klaus Schwab, decidió poner en marcha una organización sin ánimo de lucro y totalmente independiente mediante la que organizar una serie de encuentros entre líderes empresariales europeos para debatir sobre sus retos compartidos e introducir en el Viejo Continente los nuevos modelos de gestión de negocio que estaban llegando desde EE.UU. El resultado fue el primer Foro de Davos, en el que se consiguió reunir a 444 directivos europeos de grandes empresas en el centro de convenciones de esta entonces remota ciudad alpina. Su primer gran hito tuvo lugar en 1973, cuando se publica su primer manifiesto, lo que generó una mayor difusión del evento y sus conclusiones. Un año después, en enero de 1974, los primeros líderes políticos asistirían al encuentro. Desde entonces, y especialmente a partir de 1987, año en el que abandona su enfoque europeo por uno global, el Foro ha ido ganando importancia. Así, durante esta cumbre se negoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se firmaron los primeros acuerdos palestino-israelíes entre Yasser Arafat y Shimon Peres y se produjo la primera reunión entre el entonces presidente de Sudáfrica, Frederik de Klerk, y el que sería su sucesor, Nelson Mandela. Este año, en el programa del Foro, el cambio climático es el asunto que domina las discusiones de mayor calado. No en vano, el informe Riesgos Globales 2020, que elabora el Foro Económico Mundial y que se ha publicado pocos días antes del evento, ha señalado este fenómeno como la principal amenaza que afrontará el planeta los diez próximos años.
Un club elitista
Entre los asistentes, no todos tienen el mismo nivel de acceso. Las insignias de colores determinan quién se codea con quién. Los invitados de más alto perfil reciben una insignia blanca con un holograma, que les da acceso a todas partes. En el otro extremo, un distintivo de "hotel" significa que no puede ingresar al centro de conferencias. La elegante ubicación de la cumbre, los helicópteros privados sobrevolando el lugar y una gran variedad de lujosas fiestas contribuyen a la consideración del evento como exclusivo. Pero el Fondo Económico Mundial argumenta que simplemente está interesado en reunir a los líderes por el bien común. El New York Times situaba esos niveles para los ejecutivos y empresarios en un rango de precios que empezaba en los 50.000 francos suizos (unos 44.000 euros al cambio) y que podía llegar hasta aproximadamente el medio millón de euros para un séquito de cinco personas.
Una curiosidad: el nivel de los invitados y participantes, que en esta edición tratarán de buscar soluciones a "una forma de capitalismo que ya no es sostenible", no impide que el Foro Económico Mundial se blinde ante posibles problemas o enfrentamientos, derivados principalmente del acoso, de los conflictos de interés, del soborno o de favores y chantajes sexuales. La organización del evento, en un código de conducta interno que publica cada año y que va adaptando y actualizando ejercicio tras ejercicio, recoge punto por punto todo lo que está prohibido o perseguido durante el foro, así como algunas pautas de actuación ante situaciones difíciles de gestionar, como aceptar un regalo. El documento está dirigido tanto al personal del evento como al conjunto de los asistentes.