El padre de Felipe VI ha dejado la que ha sido su residencia oficial en los últimos 50 años y se ha instalado en Sanxenxo, donde sus amigos le han acogido con los brazos abiertos. Su círculo afirma que el rey Juan Carlos se siente más querido y respetado en este pequeño pueblo de Pontevedra, pues Zarzuela se ha convertido en "una prisión siniestra y hostil" para el monarca.
El emérito se ha sentido desubicado en el palacio desde su abdicación. Su hijo ocupó su despacho y le otorgó otro que ni si quiera tenía calefacción. Además, le resultaba humillante cruzarse con los visitantes de su hijo, según Pilar Eyre, pues nadie sabe cómo dirigirse a él.
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En Sanxenxo la vida tiene otro color. El rey ocupa uno de los camarotes destinados a los capitanes en el Club Naútico, aunque la periodista experta en realeza asegura que también tiene una habitación propia en la casa de su gran amigo y presidente del club, el armador Pedro Campos.

Juan Carlos disfruta de reuniones entre amigos y también de la compañía de una señora (rubia) con la que coquetea con descaro y se intercambia mensajes, según Eyre. "Cuando tiene una comida siempre la sientan con ella, se ríen juntos y él la piropea sin freno". Y es que las risas y la buena compañía se han convertido en la mejor medicina para el rey, al que la pérdida de su hermana, la infanta Pilar, le ha supuesto un terrible mazazo.