Con más de 200 fotografías, la mayoría de ellas nunca vistas por el público, los diarios secretos y descubiertos por casualidad de la reina Federica de Grecia, madre de la reina Sofía de España, muestran una nueva imagen de la abuela del rey Felipe.
Los registros, atesorados en los Archivos Generales del Estado griego durante más de 40 años, salieron a la luz en 2017 gracias a la investigación del historiador Kostas Stamatopoulos, especialista en historia bizantina y durante los últimos años experto en la monarquía helena. Constan de 35 volúmenes escritos a mano por la reina - desde 1939 hasta diciembre de 1967.
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Precisamente ese mes de diciembre del 67, concretamente el día 13, la monarca helena acompañó a su hijo, el Rey Constantino, con su familia en su fracasado contragolpe y posterior exilio en Roma. Federica falleció finalmente en España, hace casi 39 años.

Los diarios de Federica están escritos en su mayor parte por las secretarias de la reina y resaltan los eventos de cada día, de forma espontánea, incluidas descripciones detalladas de lugares y personas, y otros acontecimientos en la vida de la reina. Compromisos públicos y privados de la monarca, desde audiencias, viajes oficiales, giras por el país, reuniones de patronatos y asociaciones benéficas, visitas a centros educativos, hospitales... hasta viajes y visitas familiares, enfermedades, pruebas de modistos y compras, pasando por actividades deportivas.
En muchas entradas resulta obvio que el diario fue redactado a bordo de barcos o trenes en movimiento. Junto a estos registros, los Archivos Generales - que definieron la publicación como "de gran importancia histórica" - adjuntaron cartas personales, bosquejos de discursos y otros documentos. Es la primera vez que existe un retrato fidedigno de las actividades diarias de la Familia Real helena, dando una imagen muy distinta de esta reina de la que se tenía hasta ahora.
"Una mesalina odiada por el pueblo"
Bautizada Federica Luisa Thyra Victoria Margarita Sofía Olga Cecilia Isabel Cristina, Reina de los helenos, nació el 18 de abril de 1917 en Blankenburg (Alemania). Era la tercera hija de Ernesto Augusto, duque de Brunswick y Luneburgo, Jefe de la Casa Real de Hannover, y de su esposa, la Princesa Victoria Luisa, hija del Kaiser Guillermo II de Alemania.
Era tataranieta de la Reina Victoria de Inglaterra. Federica fue testigo excepcional del auge y caída de la monarquía griega. Única hija mujer de los duques de Brunswick, jefes de la casa real de Hannover, Federica se casó a los 18 años con el príncipe heredero de Grecia, Pablo. Era primo segundo suyo y lo conoció con poco más de diez años. Se convirtió en rey de los Helenos en 1947 y para la ceremonia tuvo que abrazar la fe ortodoxa, renunciando a su confesión luterana.

Morena, con el pelo ensortijado, de pequeña estatura, apasionada, muy activa y extraordinariamente resolutiva, la princesa Federica entró como un tornado en la convulsa monarquía griega, tantas veces amada como desterrada, con afán de servir y, sobre todo, con el ánimo de que su querer coincidiera con su deber. Un principio que asumiría posteriormente como propio su hija, Sofía de Grecia, actual reina emérita de España. Entre su matrimonio y el ascenso al trono, Federica dio a luz a sus tres hijos- la Reina Sofía, el Rey Constantino y la Princesa Irene- y soportó con ellos los duros momentos de la invasión nazi de Grecia y el exilio en Egipto y Sudáfrica.

Stamatópulos en su introducción habla de la demonización de la figura de Federica, mostrada "con un rostro deformado por el martillo propagandístico" de sus muchos enemigos en el país: la izquierda comunista, la derecha partidaria de la dictadura de los coroneles y de Karamanlis. Estos últimos la detestaron por ser princesa alemana, haciéndola parecer "una mesalina odiada por el pueblo", que influenciaba primero a su marido y luego a su hijo. Una imagen seguramente basada en el hecho de que de joven formó parte de las Juventudes Hitlerianas del partido nazi. De hecho, fue en el año 1936 cuando el príncipe Pablo, heredero al trono de Grecia, le propuso matrimonio en Berlín, donde ambos asistían a los Juegos Olímpicos.
¿O una líder que ayudaba a los humildes?
En 1964, al morir el rey Pablo, ciertos sectores de la sociedad y la prensa griega adjudicaron muchos problemas políticos y económicos del país a la influencia atronadora de Federica, una gran lobbista. El matrimonio de su hijo, Constantino II, con la princesa Ana María de Dinamarca, no disminuyó la influencia de la reina madre, a quien la prensa de Atenas comenzó a dedicar fulminantes editoriales plagados de acusaciones.

Uno de los diarios más leídos tituló que la reina era "la culpable de todos los males de Grecia" por su actitud soberbia, la manipulación que presuntamente ejercía sobre su hijo y el gobierno y la forma en que derrochaba el dinero público. En 1962, año de la boda entre su hija Sofía y Juan Carlos de Borbón, se criticó que la dote de la princesa fuese pagada gracias a una ley presentada por el gobierno de Constantinos Karamanlís en el Parlamento griego. En 1963, además, los partidos de la oposición boicotearon las celebraciones del centenario del reinado de la Casa de Glücksburg en Grecia.
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Pero ahora, con estos nuevos documentos, se le muestra como una reina activa, que se consideraba, junto con su esposo, líderes de la sociedad y encargados de traer la prosperidad social a un país pobre y pequeño, asolado por derrotas militares, la ocupación italiana y alemana durante la Segunda Guerra Mundial y una posterior cruel guerra civil. Se ocupó directamente de la Fundación Asistencia Real, que presidía y que ayudaba a niños y adolescentes en situación vulnerable. De hecho, se crearon 53 orfanatos para acoger a huérfanos y a niños de familias empobrecidas y desestructuradas por la guerra civil, procedentes en su mayoría de la región de Macedonia.

Gracias a las ayudas estatales que la propia Federica se encargaba de recaudar y de donaciones de griegos que residían en el extranjero, se reconstruyeron pueblos, hospitales y colegios destruidos, se crearon guarderías y aldeas infantiles que daban trabajo a mujeres del campo que bordaban y conservaban así la artesanía local.
Finalmente, su hijo, el rey Constantino, fue depuesto en 1967 por el Golpe de los Coroneles, fecha en la que Federica abandonó Grecia para siempre. A partir de entonces, residió en Roma y viajó por el mundo, con visitas especiales a España, donde vive su hija Sofía y sus nietos, el actual rey Felipe VI y las infantas Elena y Cristina. También viajó a la India para estudiar la filosofía del sabio hindú Shankaracharya, y permaneció allí hasta enero de 1976, fecha en la que se estableció en España.
Despedida por su hija y sus nietas, las infantas
Murió en Madrid el 6 de febrero de 1981, como consecuencia de un infarto de miocardio, durante una operación quirúrgica. En la tarde de ese día, tras ir a despedir a su hija Sofía y a sus nietas las infantas, que se iban a pasar el fin de semana a Baqueira Beret, se dirigió a la Clínica de La Paloma para que, mediante cirugía, le retirasen unas acumulaciones de colesterina (manchas) en los párpados. La operación, que requirió anestesia general, fue un éxito.

Mientras descansaba en la habitación de la clínica acompañada de Carlos Zurita, esposo de la infanta Margarita, para recuperarse de la anestesia, sufrió un infarto masivo y los médicos no consiguieron salvarle la vida. Su óbito, a los 64 años, se produjo dos meses después que el de su madre. La trágica noticia sorprendió a su hija lejos de Madrid, que no sabía nada de la operación de su madre puesto que parecía un simple trámite, e inmediatamente se montó en un helicóptero y voló para estar al lado de ella.

Tal fue la conmoción que incluso el entonces presidente del gobierno, Adolfo Suárez, que se encontraba en Palma de Mallorca en el II Congreso de UCD, regresó de inmediato a la capital.
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La familia real griega vivía exiliada y el entonces presidente griego Constantino Karamanlís había prohibido la presencia de cualquiera de sus miembros en tierras griegas. Pero el último deseo de Federica fue descansar eternamente junto a su marido Pablo, cuyos restos reposaban en los jardines del palacio de Tatoi, en Atenas. Una voluntad que sus hijos querían cumplir a toda costa. Finalmente, Karamanlis permitió la entrada en el país de la familia real griega, aunque solo podrían permanecer en él un total de cinco horas.
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