La boda de la marquesa de Griñón e Iñigo Onieva sigue generando titulares. Dos meses después del "sí, quiero" en el palacio de El Rincón, Tamara Falcó le ha contado a Joaquín en El Novato todos los secretos que aún escondía sobre el día más feliz de su vida: "Cuatro días antes de la boda, se quemó el camión de mensajería que llevaba mis zapatos de novia. Incinerados, no quedó nada".
Tamara agradece que el dato no trascendiera a la prensa: "Menos mal, porque todo el mundo hablando del mal de ojo, las malas señales... Casarse fue todo un reto, nos pasó de todo". Y el mal fario continúa: "He perdido la alianza, me estaba grande y se me cayó. No sé dónde está. Me he puesto esta, a ver si da el pego. Aparecerá".
La marquesa también ha hablado de su vestido, uno de los elementos más polémicos de la pre-boda después de que las primeras diseñadoras encargadas de confeccionarlo renunciaran a la tarea: "Enviaron un comunicado muy agresivo. No sé... El diseño que les entregué a ellas fue el mismo que después le di a Wes Gordon. Siempre te inspiras en algo. Dicen que se parecía al de la reina Letizia, pero para nada". Y cuenta: "El vestido pesaba 15 kilos y yo llevaba un corsé de lana, imagínate el 8 de julio... Pero ni pasé calor ni me entraba la comida... Fue maravilloso, el mejor día de mi vida".

Y eso que tuvo grandes ausencias: "Eché mucho de menos a mi padre, le hubiera encantado llevarme al altar y se lo hubiera pasado muy bien porque era un disfrutón". Tampoco estuvo su hermano Enrique: "Me lo explicó y fue muy cariñoso antes y después. No fue a la boda de ninguno de mis hermanos tampoco, él es muy tímido". Y la de Julio Iglesias, tío Julio para Tamara: "Me hubiera encantado que viniera pero hace mucho que no lo veo, me da pena...".
Peleas en la Luna de Miel
Casi un mes disfrutaron Tamara e Iñigo de vacaciones post-boda: "Fue un gustazo después de todo el estrés de la boda. Lo cogimos con ganas. Hemos estado en Sudáfrica, Zambia y Polinesia y en Francia... Nuestra agencia de viajes nos regaló una noche en un hotelazo que flipamos...". Y es que ni la boda ni la luna de miel han sido baratos: "Lo hemos pagado a pachas. El Hola (a quien vendieron la exclusiva) nos ayudó mucho pero nosotros también pusimos una parte".


Y a pesar de haber comenzado su matrimonio en el paraíso, no todo ha sido ideal: "Discutíamos. Yo necesitaba expresarme y le decía 'Es que te cierras como un mejillón' y me decía 'Y tú te abres como el plancton'. En los cursos prematrimoniales dijeron que el hombre debe escuchar a la mujer y yo le doy 18.000 vueltas a las cosas, pero Iñigo se cansa". Eso sí, también ha enumerado las bondades de su flamante esposo: "Lo que más me gusta de él es lo buen compañero que es, porque la verdad es que se alegra de mis logros como si fueran los suyos propios, y también el cariño que me da, me encanta su familia, que me llevo fenomenal con ellos. Yo soy un poco ameba, yo con un sofá y una tele no necesito mucho más, pero él me anima a hacer cosas y me saca de mi zona de confort".
Mamá Preysler
Tamara también ha hablado de su madre, con la que vive el matrimonio hasta que terminen las reformas de su casa: "Iñigo le ha dicho que con todas las normas que tiene, le va a tener que hacer un libro". Y es que Preysler es mucha Preysler: "Es muy perfeccionista y es muy dura. Tienes que desarrollar bastante tu personalidad para que el perfeccionismo de mi madre no te afecte. Es algo que yo me he trabajado bastante", ha dicho. "Siempre está perfecta, está impoluta. Respeto mucho el criterio de mi madre porque tiene una cabeza privilegiada, es muy culta, con un lado espiritual muy importante, aunque no siempre coincidimos. No siempre la hago caso, imposible porque sería una esclava de mi madre, pero siempre con ella he tenido una relación especial".

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