Oculta su cara por miedo a ser reconocido, pero ha querido hacer público su testimonio para retratar al que, según él, era un "auténtico monstruo, un maestro de la manipulación". Se llama Luis, es colombiano y denunció a Edwin Arrieta tras siete meses de acoso continuado. En el juicio, asegura que el cirujano manifestó ante el magistrado y la policía: "Él es mío, lo amo".
El paralelismo entre sus declaraciones y las que Daniel Sancho ofreció a la policía tailandesa tras declarase culpable del asesinato de Arrieta ponen los pelos de punta: "Yo podría haber sido Daniel. Edwin no conocía límites y te llevaba al extremo", ha asegurado este martes en una entrevista con Sonsoles Ónega.
Todo sucedió en 2005: "Nos conocimos en un bar. Quiso invitarme a un trago y yo lo rechacé. Después lo vi llorando y me dijo que nadie lo quería. Días después, me llamó por teléfono. No sé cómo consiguió mi número, pero después se presentó en mi oficina, en mi casa... Más tarde me dijo que había contratado a alguien para seguirme", recuerda Luis. "Entré en pánico cuando me amenazó con llamar a mi madre y desvelarle mi sexualidad".
Luis cuenta distintos episodios violentos con Edwin Arrieta: "Una vez se presentó en el restaurante en el que yo almorzaba con un amigo. Me gritó delante de todo el mundo y me tiró la bebida a la cara". Otro día, llegó a llamarle 143 veces: "No se cogí ninguna y se presentó en mi casa con la policía, asegurando que yo le había robado un reloj". Asegura que hacerse pasar por víctima era una baza frecuente: "En una ocasión me persiguió por la calle. Yo eché a correr, me agarró de la chaqueta y me tiró al suelo. Cayó conmigo y empezó a gritar que le estaba robando. Yo le tapé la cara para evitar un escándalo y me mordió la mano". Añade, además, que la madre de Edwin sabía del comportamiento obsesivo de su hijo: "Hablé en una ocasión con ella, una dulzura de mujer. Le dije lo que pasaba y me prometió que su hijo me dejaría en paz".
Pero no lo hizo y Luis decidió interponer una demanda contra él por acoso. En el juicio, Edwin, según su testimonio, se reía: "Me miraba como si aquello fuera un chiste. El juez le hizo firmar un documento comprometiéndose a dejarme en paz y antes de firmarlo, se dio la vuelta, nos miró y le dijo al magistrado: 'Yo lo amo, él es mío'. Me sentí vulnerado, violentado y decidí cambiar de ciudad. Ya no salía, vivía encerrado por el miedo".
Luis finaliza: "Sabe muy bien cómo manipularte, te lleva al límite. Cuando me enteré de lo que había pasado me sentí identificado con Daniel, porque yo podría haber sido él sino hubiera tenido la firmeza de denunciarlo. Lo habría matado o él me habría matado a mí. Tuvo que llevar a ese chico al límite".