Carles Puigdemont no se presentó a las elecciones del 23J pero sí JxCat, el partido cuyos hilos mueve el prófugo desde Bélgica, donde reside. La formación independentista obtuvo en Cataluña en los últimos comicios 7 escaños y 392.634 votos, 70.000 menos que ERC, la tercera parte de los que obtuvo el PSC e incluso menos de los que logró el Partido Popular en esa autonomía. Sin embargo, la aritmética parlamentaria resultante tras el recuento convirtió al eurodiputado en pieza clave para la gobernabilidad.
El ex presidente de la Generalitat condiciona la investidura a que la amnistía para quienes infringieron la ley llegue antes de que Pedro Sánchez revalide su condición de presidente.
El escándalo ha levantado ampollas en la sociedad, es el debate nacional, e incluso ha volado por los aires el consenso interno del PSOE, donde abundan las voces de quienes manifiestan sin reservas su posición contraria a lo que muchos consideras un chantaje. Felipe González, Alfonso Guerra o Nicolás redondo Terreros, expulsado ya de Ferraz, son solo algunos de los destacados socialistas que han criticado siquiera la posibilidad de una futura amnistía.
Pero el problema es aún más grave si tenemos en cuenta que Puigdemont no solo exige la amnistía. Pide que el gesto signifique arrodillarse, pedir perdón, una especie de mea culpa por parte del Estado, y no un acto de generosidad para con los delincuentes.
A la espera de que Pedro Sánchez asuma esta humillación o trate de rebajar el discurso del cooperador necesario para seguir en Moncloa, Carles Puigdemont mantiene su vida familiar y aborda las idas y venidas de cualquier padre de familia. Pero con algunos matices importantes.
El ex presidente de la Generalitat y su familia vivían separados la mayor parte del tiempo El prófugo de la Justicia reside en Waterloo, Bélgica, desde que decidió huir de España tres días después de la fallida declaración de independencia de Cataluña por miedo a ser juzgado y entrar en prisión por rebelión, sedición y malversación.
Pero tanto la mujer del actual diputado del Parlamento Europeo, Marcela Topor, como y sus dos hijas vivían hasta que acabó el pasado curso escolar en su mansión de la Urbanización Golf II de Sant Julià de Ramis, a las afueras de Gerona.
Según ha podido saber Informalia, esta situación ha cambiado hace apenas unas semanas porque sus hijas, María, de 14 años, y Magali, de 16, comienzan nuevo curso y ahora estudiarán y vivirán en Bruselas con su padre. El nuevo colegio escogido por el independentista que trae en jaque la gobernabilidad de España es caro, elitista, internacional y multilingüe (aunque nada de catalán), y ofrece el plan de estudios de las Escuelas Europeas. Lo más curioso es que sus hijas han escogido la llamada "línea de español", ya que existen otras opciones, aunque no catalán.
Una de las cosas más llamativas, por supuesto, es el precio. La benjamina, por estar en los primeros cursos de secundaria, paga 24.500 euros al año, más extras, como comedor o extraescolares, y la mayor, 29.500, según consta en la página web de dicho centro. Pero como diputado del Parlamento Europeo, Puigdemont puede cargar al menos una parte de este gasto al presupuesto de esas Institución, o sea, la que pagamos todos con dinero público.
A los funcionarios les abonan muchos de sus gastos por el traslado familiar
Las niñas han estudiado todos estos años, desde que él se fugó de España, en una escuela pública de Girona, un colegio comprometido con el proceso independentista. Su esposa, Marcela Topor, ha trabajado todo este tiempo como presentadora de un programa de televisión. Un empleo que dio mucho que hablar porque dependía de la Diputación de Barcelona, presidida por el partido de su marido. Según se publicó, por seis meses de programa se embolsaba 36.000 euros. A esto debía añadir los ingresos como directora de Catalonia Today y como presentadora de un programa en Punt Avui TV. Un dineral que, de haberse mudado permanentemente junto as u marido, con el que lleva 22 años, habría perdido. En el programa, Topor entrevistaba a personalidades muy conocidas, pero apenas tenía audiencia.
Hasta ahora, Topor y las niñas viajaban a Bélgica a ver a Carles siempre que podían, que no era mucho porque no podían faltar al colegio. Así que todos estos años han crecido con la ausencia de su padre la mayor parte del tiempo.