La Primera Comunión de José María Ortega Aldón demostrará la realidad existente en la relación de sus padres, José Ortega Cano y Ana María Aldón. Las malas lenguas aseguran que entre el torero y su ex mujer el distanciamiento es absoluto. Ellos intentan aparentar lo contrario, pero el cisma es más que evidente.
Será el próximo miércoles 29 de marzo cuando el pequeño reciba por primera vez en el sacramento de la Eucaristía, y sus padres estarán presentes en un día tan especial para su hijo.
¿Dejarán a un lado sus diferencias y posarán juntos?¿Se sentarán en el mismo banco o lo harán por separado? Un amigo de ambos desvela que hace unos días los dos mantuvieron una conversación telefónica en la que coincidieron en aparcar a un lado sus enfrentamientos y firmar la paz en esa jornada tan especial. Todo sea por el bien de su vástago. Y aunque sea por un solo día.
Pero hay un problema añadido: en el caso de los hermanos de Ortega, Ana María no es santo de su devoción, nunca la quisieron, y ahora menos. La tensión entre ambas partes puede notarse claramente en el ambiente. Es fácil de imaginar el posicionamiento de las dos partes en la celebración posterior a la ceremonia religiosa.
Dicen que José María lo pasaba muy mal en casa cuando veía los malos rollos entre su madre, su padre y sus tíos. Que en más de una ocasión las discusiones subían demasiado de tono y era imposible no escucharlas.
Ortega sufre en silencio las ausencias de su niño del alma, que vive con su madre en un pueblo de Guadalajara. Le ve poco y echa de menos los paseos en bicicleta y las tardes en el parque. Incluso el beso antes de acostarse o el de buenos días.
Es un hombre muy sentimental y muy sensible, aunque a veces le puedan sus prontos. No es capaz de reprimirse. Y dice lo primero que le sale del corazón y del alma.
La última andanada del diestro veterano contra su ex fue un golpe considerado demasiado bajo. Esta misma semana declaraba que su primera esposa, la fallecida Rocío Jurado, había sido el gran amor de su vida, ignorando de esta forma los años pasados junto a Ana María. Un ninguneo con todas las de la ley.
La Aldón tuvo que tragar durante su matrimonio encontrarse en cada rincón de la casa en la que habitaba con su marido claras referencias a Rocío, porque José mantenía bien visibles demasiados recuerdos de la más grande. Un cuadro de la chipionera llegó a presidir el salón del chalet durante años. Y a Ana no le quedaba otro remedio que aceptar las imposiciones de su esposo. Porque en realidad eran eso, imposiciones. En cierto modo, una falta de respeto hacia la tertuliana televisiva, que parece retoma su vida y hasta tontea ya cuando sale de fiesta.