Eugenia Santana saltó a primera línea de actualidad en 1993 tras representar a España en Miss Universo y colarse en el top 10 de las favoritas. Pero 30 años después, la vida de la que fuera una de las modelos más destacadas de nuestro país ha cambiado completamente.
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Este viernes, la canaria se sentó en el Deluxe para hablar de la pesadilla que sufrió esta misma semana después de que la internaran en un psiquiátrico en contra de su voluntad: "Los policías me hicieron bajar en pijama y no me hicieron subir más. Me llevaron a un hospital, a un lugar donde va la gente que intenta quitarse la vida. Pero yo no he tenido la intención de quitarme la vida".
"No tenía la intención de contar esto, pero ha salido esta noticia... Reconozco que no estoy bien, no estoy en mi mejor momento. Quizás sea el peor momento... Pero tengo algo claro, que tengo ganas de vivir", aclaraba muy emocionada.

Para Eugenia sus problemas empezaron con su separación del venezolano José Faria "que fue bastante desagradable, dramática, con violencia de género y orden de alejamiento". "No me esperaba esa separación, confías en una persona, estás con ella 22 años y te das cuenta de que has estado con una persona que no has conocido porque no era el hombre que yo esperaba... o se transformó, quizás". Fruto de su matrimonio nació su hijo Otto en 2016.
En medio de eso, la que fuera modelo de portada de revistas como Interviú cuidaba de su madre, que estuvo 17 año luchando contra varias enfermedades. Una de ellas, la ha heredado Eugenia: "Hace un año descubren que es enferma de Cadasil, una enfermedad rara. Descubrirlo es duro, es una enfermedad cerebrovascular y soy la única que la ha heredado, lo descubrí hace seis meses. Es duro saber que vas a terminar como has visto a tu mamá. Tengo miedo y sobre todo por mi hijo".

Pero el difícil testimonio de la ex participante de La selva de los famosos en 2004 no acaba ahí. Actualmente, está en tratamiento para luchar contra la depresión y le han diagnosticado bipolaridad: "Se me olvidaba comer, se me olvidaba bañarme, no tenía ganas de salir, empecé a encerrarme, a estar solo con mi madre y mi hijo". "Hacia cosas raras" como "meter gente en casa que no es adecuada, regalar todo, prestar dinero" y perder "todo el tiempo las llaves de casa". "Me diagnosticaron bipolaridad. Pasaba de estar muy deprimida a tener momentos de euforia. Había días en que sentía que no podía más y no quería seguir viviendo", reconoció.
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