La muerte de la entrañable actriz y presentadora a los 92 años nos lleva a recordar algunas de las anécdotas que ella misma contaba en ocasiones, siempre tan amable y generosa con la prensa. Una de esas curiosas vivencias aconteció el día que Laura Valenzuela conoció a la duquesa de Alba. Aquel contacto con la aristócrata, allá por los primeros años 50, fue de todo menos beneficioso para la que muchos años después se convertiría en una de las presentadoras más importantes de la historia de la televisión, actriz en decenas de películas y gran icono de la moda, imponiendo una naturalidad y elegancia que nunca abandonó.
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Pero antes de consagrarse y hacerse famosa, Rocío Laura Espinosa López-Cepero (su verdadero nombre) trabajaba como dependienta en una tienda de ropa de una amiga suya, y Cayetana Fitz-James Stuart se encaprichó de una prenda y decidió probársela, con tan mala suerte que Laura se la entregó con la percha dentro. La duquesa no se dio cuenta y se la puso. De pronto notó una punzada en la espalda y un fuerte dolor. Al descubrir la percha se agarró un enfado tremendo, menudo genio tenía la duquesa, y la situación fue tan escandalosa que despidieron a Laura ese mismo día.

Pero Valenzuela ya tenía una alternativa y se dedicó al mundo de las modelos. De ahí al cine y a la televisión. Y al estrellato. Con el paso del tiempo la icónica presentadora se encontró con tan noble dama. Ya era un rostro famoso y se saludaron. Salió a colación el ingrato tema del despido y las dos decidieron olvidar el suceso y hacer las paces de inmediato. Aunque doña Cayetana ni se acordaba de aquella bronca.
Laura nunca fue una persona rencorosa, todo lo contrario, a quien se pregunte la recuerda como una mujer sencilla, sensible y simpática, generosa en los afectos y fiel a sus amistades.
