Se abre el testamento y surge la batalla. La estrella del cine italiano Gina Lollobrigida, fallecida a los 95 años el pasado 16 de enero, ha dejado un gran patrimonio en herencia. Hay dos partes y las dos están enfrentadas. Por un lado, Andrea Milko Skofic, su único hijo; y por el otro, Andrea Piazzola, su asistente. Entre ellos, está el que fuera segundo marido de la actriz, el empresario catalán Javier Rigau. "Su viudo", tal y como nos dijo. Rigau aclara que se casó con la intérprete "por la Iglesia y en régimen de separación de bienes". Una circunstancia que le deja fuera del testamento: "No me afecta", ha sentenciado en La Razón. Desliza, además, que Piazzola, que está denunciado por la familia, se habría arrimado a Gina para conseguir un "abuso mental" de una "persona incapaz" y que así se demostrará en el juicio. 

La mansión de Vía Appia en la que Gina pasó sus últimos días, es una casa que se venía abajo, maloliente, donde faltan muchas de las obras de arte y las antigüedades que poseía la propietaria. Allí vivió casi encerrada y secuestrada por su asistente Piazzola, el hombre que la separó de su hijo y nieto, vecinos de jardín de la actriz.

Andrea Milko Skofic demandó al ayudante y a su novia, al conocer que habían vendido las joyas, los muebles y muchos de los bienes de la gran fortuna de la estrella, engañándola y apartándola de todos.

En una entrevista de Rigau al citado periódico, asegura: "A su hijo y a mí nos quitaron a Gina hace diez años, y no hemos parado de pleitear para que la relación se normalizara". Añade: "Gina era una mujer frágil, de edad avanzada", a la que su asistente "le comió la cabeza, la aisló de su entorno con mentiras, y cuando ya se encontraba muy débil llegó la depredación".

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