Los Onieva Molas mitigan las penas sucumbiendo a los pecados de la carne. Este fin de semana han organizado en su casoplón de la exclusiva urbanización madrileña de La Moraleja una barbacoa a la que asistieron, dicen, Iñigo Onieva, el ex novio infiel de Tamara Falcó, dos de sus hermanos, su madre y un grupo de amigos.
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Desde el exterior, los reporteros apostados en la puerta del chalet podían oler los chuletones a la brasa, y escuchar perfectamente las risas y la fiesta montada alrededor de la piscina. Los amigos llegaron a la casa la noche anterior cargados con bebidas y bolsas de comida. Juerga por todo lo alto para elevar la moral de los sufridores habitantes del inmueble.
Carolina Molas, madre de Íñigo, lleva unos días muy tocada por el escándalo formado por las infidelidades de su vástago, es una mujer muy discreta y nunca se había visto en una polémica como esta. E igual le ocurre a los hermanos del infiel, ya bien hartos de la presión mediática.


Iñigo tiene bien asesorados a los suyos para que no hablen de la movida provocada por su ruptura con la marquesita de Griñón. Ahí se esfumó el sueño del pijo Iñigo de entrar en el mundo de la nobleza, ya se veía codeándose con la aristocracia española más selecta. Es lo que nos cuenta alguien que le conoce bien, que el ligón treintañero presumía de ser marqués consorte de Griñón. Se adjudicaba el título anticipadamente sin boda de por medio. Pues puede decir adiós al casamiento, al marquesado y al cariño de Tamara, como a la relación con Isabel Preysler, la que hubiera sido su suegra.

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