Un sacerdote en Villa Meona, una feligresa incondicional, un drama amoroso y un demonio mortal. Ingredientes suficientes para montar un culebrón en toda regla. El cura en cuestión fue visto entrando en la casa de Isabel Preysler y los más irónicos ya le han convertido en exorcista, calificando a Iñigo Onieva como demonio y a la desolada Tamara Falcó como una mujer poseída por el diablo seductor. Pero lo más probable es que el religioso sea el confesor habitual de la hija de Isabel Preysler y haya ido a ese domicilio a consolar a la atribulada feligresa.
Como sabrán nuestros lectores, la religiosidad preside algunos actos de Tami, como conocen sus íntimos a la protagonista de esta noticia, y no extraña que tenga director espiritual.
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Una fuente cercana a Iñigo nos desvela que el empresario presumía entre los suyos de que pronto sería marqués, aunque fuera consorte, de Griñón. El pijo entre los pijos ya se veía alternando con la aristocracia europea, pavoneándose en las fiestas más exclusivas. Ahora, nos asegura la misma fuente que "Iñigo se arrepiente de su comportamiento, porque quiere mucho a Tamara", pero hay amores que matan y el suyo parece finiquitado por las infidelidades y las mentiras.
Ahora, además, el infiel teme que su actitud le traiga consecuencias también laborales. Y es que Onieva trabaja como director de Mabel Hospitality, un conglomerado al que pertenece el restaurante Tatel, cuyo dueño es (junto a Rafa Nadal y Pau Gasol) su 'cuñado', Enrique Iglesias. ¿Podría el cantante pedir el despido fulminante del ingeniero en venganza por lo que le ha hecho a su amadísima hermana Tami? Tiempo al tiempo.
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