Son personas allegadas a la empresa de alimentación de la que Ana María Aldón es imagen de su gazpacho y su salmorejo, encabezadas por el matrimonio dueño de la misma y sus amigos. Y todos conforman la nueva pandilla que ha acogido con los brazos abiertos a la esposa de José Ortega Cano.

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La sanluqueña, ahora perdida por tierras gaditanas junto a su hijo, acudió a la aldea de El Rocío con ese matrimonio, que ya la ve como un miembro más de su familia. Y la están apoyando en esta etapa de su vida en la que los sufrimientos priman sobre las alegrías.

Ortega, que se sepa, no tiene de momento sitio en la pandilla. El torero lo está pasando muy mal ante la escapada de su mujer con su hijo a Andalucía. Se le nota en la tristeza de su cara, en las malas contestaciones a los periodistas que le preguntan por el estado de su matrimonio. Vive momentos duros y difíciles.

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Es un hombre enamorado de una mujer que no encuentra su lugar en el domicilio conyugal. O espabila, y le da el lugar que se merece Ana en su casa, o se expone a que la andaluza tome una grave determinación y rompa una unión que parece poco estable.

Por mucho que nos quieran hacer ver que no hay crisis, los problemas existen. Los desencuentros entre Ana y la hija del diestro, Gloria Camila, perjudican a Ortega, que se ve en medio de las dos mujeres a las que más quiere en este mundo. Está entre la espada y la pared, por eso ha pedido públicamente a ambas que no hablen de él en televisión ni en las revistas.

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