No gana para disgustos, le están haciendo la vida imposible. José Ortega Cano sufre en silencio de cara a la opinión pública el enfrentamiento entre su hija Gloria Camila y su esposa Ana María Aldón. La última puñalada se la daba su mujer al dejar muy claro, en vivo y en directo, que Gloria ni es su hija, ni su hijastra, ni su amiga. O lo que es lo mismo, que le da igual lo que haga, lo que diga o lo que suelte por su boca contra ella.
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Cada vez que Aldón habla de su familia torera en televisión, a su marido se le abren las carnes. No entiende que desvele públicamente los problemas familiares, en eso es tajante, no quiere más revelaciones ni enfrentamientos. Por eso ha pedido encarecidamente a los grandes amores femeninos de su vida, es decir, a Ana y Gloria, que firmen la paz y dejen de lanzarse andanadas. Y se lo ha dicho a las dos alto y claro.
Ya tiene bastante con el cisma originado por Rocío Carrasco con su familia paterna como para que se origine uno más en el propio seno de la suya. José sabía que las contrataciones televisivas de ambas acabarían trayendo problemas, resucitarían viejos conflictos y abrirían heridas antiguas.
Ortega intenta imponer la cordura, la serenidad entre las suyas, cortar de raíz las malas experiencias y dar una imagen familiar menos dura. Veremos si lo consigue.
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