Nenúfares figura entre las 50 obras maestras que se pueden contemplar en CentroCentro, el espacio cultural del Ayuntamiento de Madrid. La colección procede del Musée Marmottan de París. Fotos superiores: los Nenúfares y Camille en la playa.
Oportunidad única para disfrutar del legado de Claude Monet en Madrid con esta antología, la primera en 30 años que llega a la capital. El recorrido de la exposición se centra en las distintas etapas del genio francés, considerado como el padre del impresionismo. Desde sus inicios en las costas normandas hasta su última obra, los Nenúfares, pintados en su querida casa de Giverny. Allí, en su jardín de Normandía, encontró inspiración para inmortalizar la Naturaleza, la más sencilla y también la más bella: los rosales, las glicinas trepadoras, las plantas acuáticas y un puente japonés sobre el estanque.
'Campo de tulipanes en Holanda'
En el jardín de Giverny
La colección, de 50 piezas, que reúne sus trabajos en Holanda, Noruega y Londres, ha llegado a Madrid procedente del Musée Marmottan Monet de París. El centro museístico alberga el mayor legado del inabarcable artista parisino, fruto de la generosa donación que llevó a cabo su hijo Michel en 1966.

Se trata de sus obras más personales, las que guardó en su estudio de la casa familiar de Giverny hasta su muerte en 1926. También las pinturas que más le gustaban y de las que nunca quiso separarse. Entre ellas, los inmortales Nenúfares (1916-1919) y los excepcionales Retrato de Michel Monet con gorro de pompón, El tren en la nieve. La locomotora o Londres. El Parlamento. Reflejos en el Támesis. Y sus evanescentes Glicinas.
'El puente del ferrocarril. Argenteuil'

Maestro de la pintura al aire libre, Monet dedicó su vida a captar la luz en los paisajes que admiraba. También, a plasmar la transfiguración de los colores por obra del sol. Pintaba de prisa, a base de pinceladas, y buscaba cambios meteorológicos.
A principios del XIX llegó el ferrocarril. El pintor recorría Francia, lienzo en mano, para evocar marinas, paisajes, escenas de la vida familiar o el retrato abocetado de su esposa Camille (1870). A veces, le ayudaba un porteador, a quien conoció en Belle-Île en 1886 y de quien pintó un retrato. Pero fue Giverny su edén. En 1883 el pintor se instaló allí y se alejó del valle del Sena. Exploró en su jardín los colores de la Naturaleza, la botánica y el agua, y la figura humana fue desapareciendo de su universo. La muestra se puede visitar en CentroCentro. Plaza de Cibeles, 1. Madrid. Hasta el 25 de febrero.