Estilo de Vida

Por qué el Oscar más preciado debe ser para una película alemana como Sin Novedad en el frente

La bofetada de este año en los Oscar con alfombra color champán debería ser contra la guerra. Si el rechazo a Netflix no se impone, la madrugada de este lunes (la gala se podrá seguir en Movistar+ a partir de las 2), el triunfo tendría que ser para la alemana Sin Novedad en el frente, el alegato antibélico basado en la novela homónima de Erich Maria Remarque, de 1929, que ya arrasó en los Bafta y cuenta con nueve nominaciones, incluida la de Mejor Película y Mejor Película Internacional.

Esperemos además que la ceremonia, presentada por tercera vez por el cómico Jimmy Kimmel, se acuerde de las guerras que asolan el planeta, incluyendo la que tenemos en Europa desde hace más de un año.

No se trata solo de poner por encima del puro buen cine los mensajes bienintencionados y de acodarnos de lo mal que lo están pasando en lugares como Ucrania, sino de escoger lo mejor. El nivel de este año es escaso. De las nominadas, el drama sobre la Primera Guerra Mundial firmado por Edward Berger es el único largometraje que está realmente a la altura. También hay que recordar que tiene un muy buen papel el actor hispanoalemán Daniel Brühl, aquel Álex extraordinario de Good Bye Lenin (2003) y sobre todo el Niki Lauda que corre contra Chris Hemsworth (James Hunt) en la magnífica Rush (2013).

Todo a la vez en todas partes

La sobrevaloradísima Todo a la vez en todas partes es la gran favorita con once nominaciones, pero resulta inexplicable que así sea. No es que el extraño relato tragicómico de universos paralelos carezca de virtudes pero la película dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert es complicada, pretenciosa y por momentos absurda.

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Almas en Pena de Inisherin

Almas en Pena de Inisherin es una cinta valiente pero sin duda no es ni de lejos lo mejor ha hecho el británico Martin McDonagh, a quien debemos perdonarle cualquier cosa por parir una obra maestra como Tres anuncios en las afueras o la divertidísima Perdidos en brujas, comedia protagonizada en 2008 (como la nominada de este año) por Colin Farrell y el soberbio Brendan Gleeson. El realizador londinense pone oficio y buena factura en sus Almas en pena, pero no veo que conforme un largometraje tan sólido como para llevarse la principal estatuilla, por mucho que sean acertadas la ambientación en la isla irlandesa en los años 20, la descripción de las relaciones de sus bien retratados habitantes, la tragicómica enemistad de los protagonistas que vertebra la historia, o el nivelón de la irlandesa nominada a Mejor Secundaria Kerry Condon (la hermana sensata de Farrell) o la originalidad e infinitos matices del relato.

Tár

Lo mejor de Tár, por supuesto, es Cate Blanchett, una de las grandes damas del cine, capaz de ser por ejemplo Bob Dylan, la reina Isabel o la inolvidable Blue Jasmine de Woody Allen. La australiana construye con robusta convicción a la compositora Lydia Tár, y lo logra a pesar de estar guiada por un Todd Field perfeccionista pero incapaz de entretener como en aquellos Juegos secretos (2006) de Kate Winslet y Jennifer Connelly, o de emocionar como En la habitación (2001), con la melancólica Sissy Spacek y el impecable Tom Wilkinson. En este dramón con mensaje actual y zasca a Plácido Domingo (porque pasaba por allí), Todd Field pone todas sus energías en edificar a su personaje, le asegura los cimientos, se los vuelve a asegurar, y luego arranca el concierto cinematográfico con demasiada densidad narrativa, lo que convierte la historia en una partitura de calidad pero también en una pastilla muy difícil de tragar si no eres Daniel Barenboim. Es incuestionable que la australiana Blanchett merece ganar, sería sorpresa que no recogiera su tercer Oscar. Ya solo su interpretación hace que valga la pena hacer el esfuerzo de no dormirse en las dos horas y 38 minutos de cinta. Es una película que se saborea al acabar. Pero hay que ir con mucha gana de cine.

Blonde

Blonde es, y lo siento por el esfuerzo interpretativo de Ana de Armas, un bodrio infumable. El delito cometido por Netflix y Andrew Dominik tiene además el agravante de que contaban con la grandiosa materia prima que proporciona la biografía de Marilyn Monroe y los medios del gigante del streaming. Pero el neozelandés la pifia absolutamente. Dominik demostró sus capacidades con la aceptable Mátalos Suavemente (2012) o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), ambas con Brad Pitt (que este año no acierta con Babylon), pero en Blonde se vuelve majareta con el guión hasta el punto de intoxicar el cerebro del espectador más entregado, que abandonará ante la imposibilidad de seguir la historia de Norma Jean aunque la conozca de antemano. Es inconcebible siquiera que esté nominada.

Top Gun y Avatar

Tampoco parece lógico que blockbusters como Top Gun: Maverick o Avatar: El sentido del agua estén en la lista de las nominadas a Mejor Película. Sin embargo, a diferencia de la terrible Blonde, estas dos secuelas cuentan con la baza de ser taquillazos entretenidos, de esos que llevan millones de personas al cine.

Los Fabelman

Los Fabelman no es precisamente una de las obras maestras de Steven Spielberg aunque este cineasta es bueno hasta cuando no acierta. Su autobiografía no puede situarse ni de lejos en el Olimpo de sus maravillas. Pero es que ni él puede hacer La lista de Schindler (1993), Salvar al soldado Ryan (1998) o Tiburón (1975) todos los años. Aun así, el genio construye un largometraje apetecible, llevadero, sobre todo para los amantes del Séptimo Arte; y tanto Michelle Williams como Paul Dano están a la altura. Incluso le saca partido al maníaco de la sobreactuación, el cómico Seth Rogen.

Elvis

Elvis es una película que vale la pena y Austin Butler se convierte en un Rey del Rock muy creíble. Baz Luhrmann, que también firma el guión, junto a otros tres autores, compone un universo de época que convence y sabe hilar con originalidad la biografía del colosal cantante. Lástima que Tom Hanks se empeñara en interpretar al Colonel Tom Parker, ridículamente caracterizado. Es complicado que con semejante fallo, y teniendo en cuenta el peso del mánager de Elvis en la historia, la película logre la más preciada de las estatuillas, y eso que el australiano Luhrmann ha pulido el tono empalagoso de Moulin Rouge (2001), y ha mejorado desde que rodó la innecesaria versión de El gran Gatsby (2013) de Leo DiCaprio y Carey Mulligan, una tv movie de alto presupuesto si la comparamos con la de 1974, con Mia Farrow y Robert Redford.

Ellas hablan

La sola presencia de Frances McDormand como productora en una película es suficiente razón como para darle una oportunidad. Por eso conviene ver la difícil pero muy interesante y necesaria cinta de Sarah Polley, protagonista junto a Tim Robbins de aquella tremenda historia de Isabel Coixet titulada La vida secreta de las palabras (2005). En Ellas hablan, la canadiense ejerce de directora y guionista, adaptando una durísima novela homónima de 2018 de su compatriota Miriam Toews, inspirada en historia real ocurrida entre 2005 y 2009 en la colonia menonita de Manitoba, en Bolivia. Allí, más de 150 mujeres y niñas, algunas de hasta tres años, sufrieron los continuos abusos de hombres de su comunidad. Polley adapta la novela con las intérpretes Rooney Mara, Claire Foy y Jessie Buckley.

El triángulo de la tristeza

El triángulo de la tristeza no la he visto. Prometí no volver a ver una película del premiadísimo Ruben Östlund cuando salí horrorizado del cine después de soportar con extremo desagrado una cosa que el sueco decidió llamar The Square (2017), con Dominic West (The Wire) y Elisabeth Moss (El cuento de la criada). Allá ustedes.

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