¿Quién no ha dejado de usar unos zapatos porque nos quedan pequeños y nos resultan realmente incómodos? Lo primero que se nos puede venir a la cabeza es que, en el momento de comprarlos, algo hemos hecho mal y no nos lo hemos probado lo suficiente para determinar que, efectivamente, bien no nos quedan y que necesitamos un número más alto.
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Esto puede deberse a que, por ejemplo, un pie sea más grande que el otro o algo tan 'fácil' con que se nos hinchen los pies a lo largo del día, algo que puede ser muy habitual en las personas que tienen un trabajo sedentario. De ahí, a que se recomiende darse pequeños paseos cada hora o dos horas si pasamos sentados mucho tiempo. De esta forma favorecemos la circulación sanguínea.
Para ponerle solución a este problema, hay una serie de trucos, como el del congelador, que consiste en llenar una bolsa con agua, introducirla en los zapatos y ponerlos unas horas en el congelador. Sin embargo, corremos el riesgo de que el material del cazado se estropee.
El truco de la patata, paso a paso
Ahora bien, hay otro truco que sirve para estirar la longitud del zapato. Es conocido como el truco de la patata y para llevarlo a cabo tienes que hacer lo siguiente.
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Lo primero de todo es pelar una patata bien grande, lavarla y secarla con papel de cocina absorbente. A continuación, ponemos la hortaliza en el interior del zapato y dejamos que actúe durante un período de tiempo comprendido entre diez y doce horas.
Cuando haya pasado ese tiempo, que bien podría ser una noche entera, retiramos la patata y comprobamos si el calzado ha adquirido el tamaño deseado. De no ser así, podemos repetir el mismo proceso el día siguiente.