Honesto y elegante, el icono entre los iconos del cine lanza su autobiografía póstuma, La extraordinaria vida de un hombre corriente. "Fui el Pinocho para mi madre, el que salió mal", arranca potente.
Han pasado 14 años de su muerte y está más vivo que nunca. Con diez candidaturas a los Oscar, una estatuilla (El color del dinero) y una apoteósica filmografía (La leyenda del indomable, Dos hombres y un destino, El golpe...), Paul Newman regresa con sus memorias póstumas. Un cuidado plan que puso en marcha varios años antes de morir, a través de un encargo que encomendó a su querido amigo Stewart Stern. Le solicitó que entrevistara a compañeros de profesión, directores de cine, familia, amigos y, también, a su mujer Joanne Woodward y a su psiquiatra. De esos testimonios y del suyo propio surgieron estas memorias perdidas.
Una colección de recuerdos, anécdotas y reflexiones del actor más atractivo de la historia y que ahora ve la luz en La extraordinaria vida de un hombre corriente (Ed. Cúpula). Justo llega a la estela de Las últimas estrellas de Hollywood (HBO), documental sobre el propio Newman y su mujer, también basado en las grabaciones de Stern.
"Mi madre odiaba a Jackie"
"Fui el Pinocho de mi madre, el que salió mal. A día de hoy, aún estoy tratando de desentrañar mi propio corazón...", arranca potente. Su madre, muy presente en el inicio de su obra, adquiere forma de sombra y oscuridad. "Mi madre odiaba a Jackie, que había intentado ser lo más dulce y amable con ella como le era posible, pero, aun así, la despreciaba", recuerda de sus años de matrimonio con su primera mujer, Jackie Witte. Y desliza que su progenitora estaba marcada "por la enfermedad de los celos".
Foto: Newman Family
Sus primeros pasos delante de una cámara fueron como modelo. "Me daba mucha vergüenza, pero me pagaron 150 dólares", rememora. Hasta que se cruzó por su camino Joanne Woodward. Fue ella quien le convirtió "en una criatura sexual". "Me hizo sentirme atractivo", confiesa. "Dejamos un rastro de lujuria allá por donde pasábamos. Hoteles, moteles, parques públicos, cuartos de baño, piscinas, playas, asientos traseros y coches de alquiler", relata sobre la mujer que años después se convirtió en su segunda esposa y su compañera de vida hasta su muerte en 2008.

Foto: Newman Family Collection
"Me ponía ciego"
La interpretación también asoma como un fantasma en su vida. "Nunca disfruté de la actuación, ni de subir al escenario", narra el autor. "Me gustaba el trabajo preliminar: los detalles, la observación, encontrar un sentido (...) Quizá por eso bebía tanto. La exuberancia, el peligro, lo exultante de la interpretación se multiplicaba por ochenta. De haber obtenido aquellas sensaciones solo de la actuación, no hubiese tenido que salir por ahí a ponerme ciego".

"Este libro surge de la pugna por tratar de explicar a mis hijos quién soy. Se piensa de mí que soy distante y reservado; está bien, pero esto se da no porque los brazos de los demás fuesen demasiado largos, sino porque los míos fueron demasiado cortos. Y conforme aquellos se alargaban más y más, los míos se acortaban y acortaban: tenía la sensación de estar ahogándome".

En su declaración de intenciones, el escritor se llena de razones. Esas que un día le animaron a escribir este libro. Para ello, escoge palabras como poner "las cosas en su sitio" para "abrir brechas en la mitología" que ha florecido a su alrededor, para acabar con "algunas de las leyendas" y para mantener "a raya a las pirañas". El intérprete quería dejar un legado del tiempo que ha pasado "en este planeta". Y remata: "Probablemente, a causa de mi senilidad, acabaré por revisar todo esto y crear con ello una autobiografía con cierta apariencia de veracidad. Porque lo que existe hasta la fecha no tiene un ápice de verdad".