Espaguetis, macarrones, tallarines, fideos... La pasta es un alimento básico de la dieta mediterránea (también está en la dieta de muchos países del mundo) que suele gozar de mucha simpatía en los hogares españoles. Su elaboración es sencilla y rápida: solo necesita ser cocida con agua.
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Está elaborada a partir de una masa de harina de trigo que se mezcla con agua y sal, aunque también se le puede añadir huevo y otros ingredientes. Un plato de plasta ofrece multitud de posibilidades, pues se puede combinar con salsas, ensaladas y carnes.
La pasta contiene hidratos de carbono de absorción lenta, lo que resulta un buen chute de energía para quienes realicen esfuerzo físico o mental. También posee proteínas, fibra y minerales como hierro, niacina y ácido fólico. Es baja en grasas y no tiene colesterol.
No tires el agua de cocción
Líneas más atrás hemos dicho que cocinar pasta es muy fácil. Tan solo tenemos que poner el agua a hervir en una cazuela, echar la pasta, dejar que pasen los minutos y, de vez en cuando, ir probándola hasta que esté al gusto. Inmediatamente después, escurrirnos la pasta en el escurridor, desechas el agua de cocción por el fregadero, enfrías la pasta con un poco de agua fría, echas la salsa, y listo.
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Pues bien, has de saber que durante todo este proceso estás cometiendo más de un error. Empecemos por el principio. El momento oportuno para introducir la pasta es cuando el agua esté haciendo burbujitas. Después, dejaremos que se cueza el tiempo que marque el paquete. Ni más ni menos.
El fallo que comete (casi) todo el mundo es tirar el agua de cocción. No la tires todas. Guárdate un cacito de agua para verterla a la cazuela en la que mezclemos la pasta con la salsa. Con esto conseguirás que la pasta ligue mejor.