Estamos en plena de ola de calor y las temperaturas apenas bajan de los 35 grados por el día y de los 20 por la noche. De ahí a que una de las mejores sensaciones que existen para paliar el bochorno es el de pegar un trago a una birra bien fresquita. Da igual dónde: en casa, en una terraza, en la playa...
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De hecho, la cerveza es la bebida favorita por los españoles. Somos un país cervecero. En 2019, España se situaba en el segundo puesto en el ranking de consumo de cerveza de la Unión Europea. Solo fuimos superados por República Checa. De esta forma, se estima que consumimos una media de 50 litros anuales.
Aunque no debemos olvidar que se trata de una bebida alcohólica y, por lo tanto, implica toxicidad para nuestro organismo, algunos estudios reportan beneficios en el sistema óseo, inmunológico y cardiovascular. También favorece la circulación sanguínea, y el lúpulo disminuye los niveles de colesterol. Eso sí, estamos hablando de un consumo esporádico.
No es igual beber cerveza de barril o de una lata
Cuando acudimos a una terraza de bar en verano, suele ser muy típico pedir al camarero que nos sirva el zumo de cebada en una jarra o copa helada para refrescarnos. Sin embargo, estamos cometiendo un error, tal y como aseguran los expertos en la materia.
La misma cerveza puede percibirse diferente en función de la temperatura, del tamaño, del formato y de su variedad. Por lo tanto, no es igual tomar cerveza de barril, una lata o un botellín. Si optamos por estas dos últimas opciones, no disfrutaremos de todos sus aromas. Lo mejor es ingerir la cerveza en una copa humedecida previamente debajo del grifo.
La textura de la espuma cambia
También hay que tener en cuenta que no todos los bares tienen la misma capacidad de almacenamiento. Puede ocurrir que las jarras puedan compartir espacio en arcones en los que también se guardan otros alimentos, como carnes y pescados. Así pues, es muy probable que el recipiente termine cogiendo olores indeseados.
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Otro motivo por el que no debes beber la cerveza en una jarra helada es porque cuando el líquido entra en contacto con el cristal, la textura de la espuma cambia, por lo que disminuye su cremosidad. Así lo explica José L. Corral en su blog Cervezasfrías. "El frío inhibe la volatilización de los compuestos aromáticos de las cervezas, convirtiendo una birra compleja en una cervecilla delgada y plana".