La empresaria alemana ha roto su silencio tras un largo tiempo alejada de la esfera pública y los medios de comunicación. Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha concedido una entrevista a la revista Point de Vue donde ha hablado sin tapujos sobre su relación con el rey emérito Juan Carlos.
"Es un episodio que asumo, pero que ha sido amplificado y utilizado de una manera inadecuada. Es una visibilidad que no quería y lo que he hecho es usar todo esto para hacer algo positivo y enfocarlo hacia la filantropía", ha declarado en referencia a las informaciones que circularon durante años sobre el supuesto idilio que mantuvo con el monarca.
Por fortuna para ella, la polémica se fue disipando y ahora se declara una persona feliz: "Ya he cumplido mi medio siglo de vida y por fin he logrado encontrar el equilibrio. Estoy contenta y muy orgullosa", aseguró.

En la actualidad, la ex mujer de Casimir zu Sayn-Wittgenstein-Sayn trabaja con la familia real de Mónaco y de Oriente Medio: "Conozco al príncipe Alberto de Mónaco desde 1984. Fue gracias a Ira von Füstenberg, que se llevaba muy bien tanto con mis padres como con Rainiero. Luego le he acompañado a él y a su pareja en sus movimientos. Compartimos una confianza mutua que requiere discreción. Para mí la cualidad más importante en la vida es la lealtad sin titubeos", explicó "la amiga entrañable del Rey", tal y como ella se identificó.
Durante su charla con el medio francés, la princesa alemana, título que consiguió conservar tras su segundo divorcio, rememoró su infancia entre Alemania y Brasil: "Mis padres eran muy abiertos, modernos, tolerantes, enamorados de la mezcla de géneros (...) Esa educación me ha permitido aprender cinco lenguas. A los 12 años di la vuelta al planeta", desveló.
Por último, Corinna reconoció que su vida no solo ha estado marcada por los continuos viajes. Los hombres también han tenido un papel fundamental en su historia: "Mi padre me trataba como a un hombre. Aunque era pequeña, a menudo, me metía en su despacho. Nunca tuve un juguete. Me dedicaba a escuchar conversaciones de las que aprendía (...) Pasé mi infancia rodeada de hombres. En mi familia solo hay chicos (...). Ahora me aceptan en lugares y reuniones en las que normalmente no se permite la entrada de mujeres, sobre todo en Oriente Medio. Aprendí a respetar el código. Nunca miré a un hombre a los ojos y aprendí a vestirme de forma adecuada".