El rey emérito, junto a doña Sofía, ha formado parte de la larga lista de invitados que han acudido este jueves a la boda del príncipe heredero Hussein con la joven arquitecta saudí Rajwa Al Saif. Don Juan Carlos ha hecho su entrada en el palacio de Zahran, en Ammán, con su inseparable bastón y la ayuda de su jefe de escoltas. Sin embargo, a sus 85 años y con graves problemas de movilidad, ha necesitado de su silla de ruedas para poder disfrutar del banquete.

Una imagen que apunta a la vulnerabilidad de un rey que, hasta ahora, había hecho todo lo posible por mantener una imagen regia y fuerte. Los años no perdonan y Juan Carlos, además, arrastra varias e importantes lesiones en piernas y caderas por sus aficiones al esquí y la caza, entre otros. En la intimidad de su hogar, tanto en Zarzuela como en Abu Dabi, la silla de ruedas es una compañera de la que apenas se separa, pero que se empeña en esconder públicamente. Así lo hizo, por ejemplo, en el funeral de Isabel II, en Westminster, o en Sanxenxo.

Este jueves no ha tenido más remedio. Llegó al palacio ayudado por un bastón, un asistente y paso muy lento. Era evidente su dificultad de movimiento. Finalmente, muy a su pesar, ha tenido que utilizar la silla y la fotografía ha visto la luz. No hace mucho que personas muy cercanas a su círculo aseguraban lo delicado de su estado: "Está obsesionado porque nadie le vea en la silla. Le aterra acabar como su madre o su hermana Margarita", dijeron a Monarquía Confidencial.

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La última vez que le vimos postrado en una fue en 2018. Entonces acudió al almuerzo ofrecido por Sus Majestades los Reyes en honor de Margareta y Radu de Rumanía en Zarzuela. Un mes antes, había sido intervenido de una pierna.

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